El regreso de los titanes

Con el Grande Double Sonnerie Blancpain se suma a otras grandes casas para redefinir el juego vs a las independientes

Ocho años, 21 patentes, 1,053 componentes, dos melodías intercambiables y una pregunta: ¿por qué hacer que un reloj solo indique el tiempo cuando puede musicalizarlo? Esa pregunta, formulada por Marc A. Hayek, presidente y CEO de Blancpain desencadenó lo que es la pieza más compleja en los 290 años de historia de Blancpain. Pero este Grande Double Sonnerie 15GSQ es mucho más que un ejercicio de virtuosismo extremo. Es una declaración, una respuesta, una apuesta estratégica en un momento fascinante donde las reglas del juego se están reescribiendo.

El contexto lo cambia todo

Llevamos años observando como la relojería navega entre dos corrientes aparentemente contradictorias. Por un lado, la democratización tecnológica ha llevado complicaciones antes impensables a segmentos de mercado cada vez más amplios. En el siglo XXI, con la excepción de Patek Philippe, Audemars Piguet y Vacheron Constantin, nombres como François-Paul Journe, Philippe Dufour, Kari Voutilainen, Rexhep Rexhepi o Roger W. Smith han ido imponiendo sus reglas del juego en el segmento más exclusivo de la relojería. Sus creaciones puristas, realizadas por ellos mismos o en equipos minúsculos, alcanzan cotizaciones altas y estables en subastas para todos sus relojes, alimentadas tanto por la escasez como por una filosofía de manufactura que privilegia la artesanía sobre la producción industrial. Son los nuevos dioses del Olimpo y las grandes casas históricas han observado con respeto y preocupación cómo estos monjes relojeros capturaban la imaginación y las carteras de los coleccionistas más sofisticados.

El fenómeno no es casualidad. En un mundo saturado de marketing y ediciones limitadas de miles de piezas los maestros artesanos representan lo más auténtico. Son los últimos mohicanos de una forma de hacer relojes que cuando la creciente demanda y las máquinas CNC están desvirtuando el concepto de exclusividad. Y el mercado lo ha recompensado con cotizaciones estratosféricas y listas de espera que se miden en años. Mientras tanto, las grandes manufacturas se han encontrado en una encrucijada. ¿Cómo competir contra la autenticidad radical cuando tu estructura corporativa implica cientos o miles de empleados y líneas de producción? ¿Cómo recuperas el lustre cuando los coleccionistas más sofisticados están mirando hacia talleres donde un solo maestro relojero firma cada pieza y admite personalizaciones?

Pero algo está cambiando. Audemars Piguet, Vacheron Constantin y Jaeger-LeCoultre han comenzado a responder sacando lustre a sus propias capacidades en alta complicación. Y ahora llega Blancpain con este Grande Double Sonnerie y es una respuesta contundente. Marc A. Hayek podría haber jugado seguro. Un grande sonnerie clásico de dos tonos habría sido suficiente para reposicionar a Blancpain en la cúspide. Pero eso no estaba en el ADN del proyecto desde el principio. No le bastaba con crear un grande sonnerie más. Como hizo antes con el Fifty Fathoms, al que devolvió a la vida tras un letargo de dos décadas, su pasión por la mecánica le impulsó a buscar y crear lo nunca visto.

Grandes hitos en las sonerías

Patek Philippe ha sido históricamente la referencia en el segmento sonoro. Su Grandmaster Chime Ref. 6300 combina grande y petite sonnerie y repetición de minutos con un calendario perpetuo y otras 20 complicaciones. Es, sin duda, una de las piezas más complejas jamás creadas en serie. Sin embargo, utiliza un esquema de tres gongs. Jaeger-LeCoultre con su Reverso Hybris Mechanica à Grande Sonnerie logró en 2009 un hito al combinar grande sonnerie, repetición de minutos, tourbillon volante y calendario perpetuo. Una pieza extraordinaria con doble tono. Vacheron Constantin ha explorado el territorio con piezas de Les Cabinotiers como el Solaria que incluyen 1,521 componentes para una grande sonnerie carrillon Westminster de cuatro martillos y calendario perpetuo demostrando un virtuosismo técnico innegable. Pero no plantea el desafío de interpretar dos melodías. El Audemars Piguet Ultra-Complications Universelle RD#4 de 23 complicaciones despliega un arsenal de virtudes sonoras, pero su grande y petite sonnerie con repetición de minutos Supersonnerie es de dos gongs y una melodía.

Las grandes complicaciones ocupan un lugar destacado en Blancpain, siendo notable el modelo 1735, el reloj de pulsera automático más complicado de su época presentado en los años 90 que contaba con repetición de minutos, cronógrafo con función split-seconds, calendario perpetuo y tourbillon. Pero ¿por qué contentarse con hacer sonar el tiempo cuando puedes hacerlo con una melodías? Así nació la idea de crear  un grande sonnerie con cuatro tonos capaz de interpretar secuencias complejas en dos melodías diferentes seleccionables a voluntad. Un proyecto que abarcó 1,200 planos técnicos, 21 patentes desarrolladas durante el proceso (13 integradas en la construcción final), y todo diseñado, producido, ensamblado y decorado de forma interna. Y hay que decir que el pequeño atelier de Blancpian en Le Brassus se parece más a un espacio de genio independiente que a una gran dama relojera.

Eric Singer y Blancpain

Es el tipo de ambición que busca establecer un nuevo estándar. Cada gran sonería de dos o tres tonos, y son contadas, ya es un logro monumental. Pero Blancpain duplicó la complejidad con cuatro martillos, cuatro tonos, y lo volvió a multiplicar al incorporar dos melodías distintas que producen solo cuatro notas: Mi, Sol, Fa y Si. Una de ellas es Westminster, la música del Big Ben. La otra es una composición original. Aquí entra la larga amistad entre Hayek y Eric Singer, el legendario baterista de Kiss. Singer aceptó el desafío de componer una melodía original para el reloj, la “Blancpain”, trabajando dentro de las restricciones de las cuatro notas. El resultado es una firma musical única que el propietario puede elegir con un simple pulsador y una sensación suave y precisa, cambiando entre Westminster a Blancpain.

Lo que separa este proyecto de un ejercicio de ingeniería compleja son aspectos que la mayoría no consideraría. Tomemos el sonido. No solo suena fuerte con tonos correctos. Hayek lo compara con degustar un gran vino: no es solo el volumen, sino la claridad, la resonancia, la persistencia, la riqueza. Para lograrlo, se desarrolló una membrana acústica de oro integrada en el bisel, una de las 13 patentes del movimiento, que funciona casi como un altavoz, amplificando y difundiendo el sonido del carillón. O consideremos el tempo. El oído humano puede detectar irregularidades de hasta una décima de segundo en una melodía. Para garantizar un tempo perfecto la firma desarrolló un regulador magnético completamente silencioso que no compite con el sonido del carillon. La tolerancia exigida: cinco centésimas de segundo. Y para verificarla, los relojeros emplean un láser que mide las frecuencias de cada gong con precisión científica.

Complejidad técnica, funcionalidad real

Este nivel de obsesión se extiende a cada aspecto. El tourbillon volante —el primero del mundo en un reloj de pulsera incorporado en serie fue creado por Blancpain en 1989—se ha actualizado a 4 Hz con espiral de silicio. El calendario perpetuo retrógrado es completamente nuevo, totalmente integrado en el movimiento en lugar de construirse como un módulo separado, algo muy raro en grandes complicaciones. La fecha se muestra mediante una manecilla retrógrada. Los correctores patentados bajo las asas, rediseñados para esta pieza, permiten ajustes sencillos con la yema de los dedos, sin necesidad de herramientas. Es un detalle que refleja una filosofía: complejidad técnica suprema al servicio de la funcionalidad real.

Los 26 puentes y la platina principal están elaborados en oro para un impacto visual superior. Los acabados a mano incluyen 135 ángulos entrantes en las superficies de oro rosa, terminados con tallos de genciana, la planta que crece silvestre en la Vallée de Joux.

El mensaje más allá del reloj

¿Pero qué significa realmente este reloj? Si Philippe Dufour puede crear un grande sonnerie extraordinario trabajando prácticamente solo, Blancpain puede concebir un movimiento que hace cosas que nunca se habían visto antes. Además de ser cómodo de llevar con su diámetro de 47 mm, ha superado todas las pruebas y certificaciones, incluyendo cinco sistemas de protección integrados para evitar daños por manejo incorrecto. No se trata de uno versus el otro. Ambos enfoques son válidos.

Pero lo que Blancpain está diciendo es que el patrimonio histórico, cuando se combina con recursos sustanciales y visión sin compromisos, puede producir algo que simplemente no es posible en un atelier de tres personas. Mismo mensaje de Vacheron con sus piezas Les Cabinotiers, de Jaeger con sus grandes complicaciones, Patek Philippe con sus uber piezas Grand Complications y este año también Chopard con el L.U.C Grand Strike. Todos quieren recordarnos que hay una razón por la que llevan siglos en la cúspide. Tienen la infraestructura, el conocimiento acumulado y la voluntad de tomar riesgos sin el peso histórico que asfixia la innovación, pero con todo el savoir-faire que solo se adquiere después de generaciones.

Dos piezas al año

La producción del Grande Double Sonnerie será de solo dos piezas por año, cada una ensamblada de la A a la Z por uno de dos relojeros dedicados exclusivamente a este modelo: Romain o Yoann, con más de una década en la manufactura y años centrados en perfeccionar el ensamblaje de este movimiento específico. Cada pieza terminada lleva la firma personal del relojero grabada a mano en la parte posterior de la placa de oro, se presenta en un estuche de madera del legendario bosque de Risoud que actúa como caja de resonancia. El reloj se puede personalizar según los deseos del cliente.

El 15GSQ es más que una suma de habilidades. Es un recordatorio de que la innovación no es patrimonio exclusivo de los pequeños, ni la artesanía es monopolio de los independientes. Nada es casualidad. Este es el tipo de reloj que, como quería Hayek, hace pensar sobre dónde estamos y hacia dónde vamos cuando en las subastas vemos maravillosos desarrollos de firmas centenarias que no cotizan al valor que corresponde. Los relojeros de culto seguirán siendo vitales. Sus apuestas puristas, su valentía sin red de seguridad corporativa, sus riesgos que ningún comité de dirección aprobaría es esencial. Pero Blancpain nos recuerda que las grandes instituciones cuando deciden apostar y volver a sacar lustre a su legado pueden hacer maravillas.

Hayek aprovechó este lanzamiento en Le Brassus para hablar de lo que viene: “Es solo el primero de varios lanzamientos complicados que tenemos en desarrollo”. El Grande Double Sonnerie es la apertura de un nuevo capítulo en la estrategia de la manufactura. Y en la alta relojería, cuando la misión se encuentra con la capacidad de ejecución los límites son solo mentales.

Carlos Alonso

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