El martillo del carismático Aurel Bacs cimbró el podio para anunciar la sorpresa más grande la subasta benéfica Only Watch, realizada el pasado 7 de noviembre en Ginebra (Suiza). Bacs, consultor senior del departamento de relojería de la casa de subastas Phillips, ponía fin a la guerra de pujas que se desató por el Heritage Black Bay One Referencia 7923/001 de Tudor. El postor victorioso bombardeó a sus rivales con una cifra de efecto nuclear: 375 mil francos suizos. La alerta sísmica de la comunidad internáutica especializada se disparó de inmediato con justa razón. El reloj de Tudor, con caja de acero y movimiento ETA, había superado 112 veces su precio de salida, algo sencillamente asombroso. Fue el segundo hecho más relevante de una maravillosa sexta edición de Only Watch, sólo por detrás del récord histórico impuesto por la Referencia 5016 de Patek Philippe, que se subastó por 7 millones 300 mil francos suizos.
Es verdad que ciertos factores aumentaron el apetito de los coleccionistas por el guardatiempo de Tudor. Uno, quizás el más importante, es que se trataba de una pieza única, algo inusual para esta marca y su hermana Rolex. Sin embargo, al increíble caso del Heritage Black Bay One Referencia 7923/001 es más acertado verlo como el culmen del fenómeno Tudor. Un fenómeno que ha sido propulsado por una comunidad tudoriana orgullosa y muy activa en la blogósfera, con buenos recuerdos asociados al “Rolex democrático”, y también por la habilidad de Tudor para conectar con esa comunidad y sumar nuevos adeptos a partir de su relanzamiento en 2008. La firma ha tenido la flexibilidad para leer las tendencias del mercado y adoptar las que fortalecen su espina dorsal, como la correa NATO y, sobre todo, la estética vintage.
Porque resulta imposible imaginar la notoriedad actual de Tudor sin la colección Heritage lanzada en 2010. En la marca argumentan que estos modelos, basados en los relojes más emblemáticos que la casa ha fabricado desde su creación, no son una copia sino una reinterpretación del pasado. El Black Bay One subastado en Only Watch no los desmiente. Está inspirado en la referencia 7923 de 1954, el único diver de Tudor con movimiento de cuerda manual y unas agujas bastón distintas a las de sus otros modelos de submarinismo. Pese a que es una copia casi fiel del original —a diferencia de otros Heritage que combinan elementos de varios relojes—, Tudor hizo algunas modificaciones que se ajustan al gusto contemporáneo y muestran que hay un discurso visual claro y congruente, como crecer la caja de 37 a 41 milímetros de diámetro.
“Hay una frase que inventé y que es muy importante para entender lo que Tudor quiere hacer: ‘Honra el pasado, inventa el futuro’ ”, afirma Philippe Peverelli, CEO de la compañía desde 2009. “Si quieres construir el futuro debes conocer tu historia y respetarla, en especial en una compañía como la nuestra, que tiene el mismo padre que Rolex (Hans Wilsdorf)”. No obstante, en la firma saben que las tendencias son cíclicas y caprichosas, y que el vintage, aunque mantiene su empuje, no es el futuro del futuro. “No puedes conducir viendo hacia atrás porque vas a tener un accidente automovilístico”, dice Peverelli. “No seremos capaces de reinterpretar modelos durante los próximos 100 años porque tenemos un pasado limitado.”
Antes de que el futuro del futuro los alcance, Tudor ya ha dado muestras de cómo lo enfrentará. En 2015 lanzó North Flag, un nuevo reloj-herramienta con aspecto menos retro y equipado con el primer movimiento diseñado, desarrollado y fabricado por la empresa. Una variante de este calibre llamado MT5621 —rotor bidireccional, espiral de silicio, certificación COSC y 70 horas de autonomía— se usa en la actualización más reciente del Pelagos. Parafraseando a Peverelli, la marca honra al pasado con Heritage pero inventa el futuro con North Flag, Pelagos y Fastrider; en este último hay referencias con cerámica negra, un material relojero de esta época. “Creo que tenemos una respuesta en ambas direcciones”, resume el CEO.
El MT5621 es clave en los años por venir. Tudor ya tiene un mapa de ruta con las diferentes funciones que le agregarán a este mecanismo y que estarán ligadas a productos nuevos. Materializar este calibre con la calidad requerida le tomó varios años y una inversión importante, y quiere rentabilizarlo al máximo antes de crear otro. En la firma están convencidos de que pueden ir muy lejos con este movimiento, incluso si usan calibres ETA en el nivel de entrada, pues pertenecen a una compañía donde el largo plazo es la filosofía diaria.
Lo que en el futuro no cambiará es lo que el propio Hans Wilsdorf escribió en un documento de 1946 donde exponía sus razones para fundar Montres Tudor SA: “Llevaba muchos años considerando la idea de crear relojes que nuestros distribuidores pudieran vender a un precio un poco más bajo que el de nuestros Rolex, pero alcanzando los mismos niveles de confianza”. Hoy en día la marca ofrece guardatiempos entre 2,000 y 5,000 francos suizos. Tiene una presencia fuerte en China, ha vuelto a Estados Unidos luego de una década de ausencia y ha entrado en los mercados ruso y japonés, entre otros. En el camino de su renovación, ha logrado construir un lenguaje propio para salir de la imponente sombra de su hermano mayor.
Fue muy distinto durante los primeros años de Tudor, cuando la identidad de ambas marcas era un territorio sin fronteras claras —compartían cajas, calibres y a veces hasta nombres— y Rolex tenía el papel principal. Las cosas cambiaron en los años 60 y 70, en especial con el exótico diseño de la carátula con colores del Tudor Oysterdate Chronograph ‘Montecarlo’, resucitado con mucha aceptación en 2013.
¿Qué pasaría si Hans Wilsdorf viera en lo que se ha convertido Tudor? Esta pregunta se la hace el propio Philippe Peverelli, quien responde: “Él pedía precios más bajos y hoy vendemos un Black Bay en 2,950 francos suizos con una calidad fantástica y un aire de familia de lo que hizo Wilsdorf. Creo firmemente en el valor por el dinero que le damos a los clientes finales. Le diría que hemos cumplido al pie de la letra lo que escribió en aquella carta de 1946”.
Han transcurrido siete años desde el afortunado relanzamiento de Tudor y la marca cumplirá 90 años en 2016. “Pero creo que nunca hemos sido tan jóvenes”, asegura Peverelli. (Por Manuel Martínez Torres y Carlos Alonso)