La respuesta es México. No en todos los casos, pero casi siempre. Lo vemos en series y películas, pero sobre todo en la realidad: tras cometer un crimen, muchos estadounidenses no solo ven a nuestro país en general, sino a Tijuana en particular, como el escondite perfecto. Esta es la razón por la que, en aras de encontrar y extraditar a prófugos de Estados Unidos, esta ciudad fronteriza cuenta con una policía de élite especializada: la Unidad de Enlace Internacional, mejor conocida por todos como “gringo hunters”.
La UEI tijuanense adquirió fama internacional cuando, en 2022, el periodista Kevin Sieff publicó el artículo “A U.S. murder suspect fled to Mexico. The Gringo Hunters were waiting” en el Washington Post. La existencia de esta unidad y la narración de Sieff, quien los acompañó en varios días de operativos, es perfecta para hacerse fantasías de ficciones al estilo La ley y el orden con un inevitable plot entre cómico y político que el autor describe a la perfección en su texto: “Perseguir fugitivos estadounidenses en México parece el remate de un chiste que no se ha escrito, un estereotipo xenofíbico invertido: los ‘bad hombres’ de Donald Trump a la inversa”. Así que no hubo nadie mejor que él para adaptar su propio artículo a un podcast y, más tarde, para abrir la puerta a una colaboración del Washington Post en el desarrollo de una serie de Netxflix.
En los zapatos de un político: José María Yazpik y su experiencia en Gringo Hunters
Aunque inspirada en hechos reales, Gringo Hunters es una ficción que presenta el día a día de la UEI entrelazando operativos con los dramas personales de los miembros de la unidad y la opacidad de la política local. Un escenario en el que vemos al José María Yazpik interpretar a Joaquín Meyer-Rodríguez, un político que, pese a tener buenas intenciones, conserva las malas prácticas de un sistema que el propio actor califica como caduco. En la conversación que mantuvimos con él, Yazpik nos cuenta lo que su personaje lo hizo reflexionar respecto a la política actual, pero también hablamos sobre el tiempo, los relojes y el placer de no hacer nada.
“Los esquemas capitalistas se tendrían que repensar”
Tiempo de Relojes: Como sociedad, en la política nos es fácil ver juntas nuestras mejores intenciones y nuestras peores circunstancias…
José María Yazpik: … y nuestros peores resultados.
TDR: Exacto. Pero ahora, interpretando a un político, ¿aprendiste algo nuevo sobre la política o adquiriste alguna nueva perspectiva sobre ella?
JMY: Me llevó a pensar en los esquemas modernos capitalistas que tienen un modelo que se planteó hace décadas y no funciona. O sí, pero para unos cuantos y el resto de la gente termina siendo afectada de formas graves… y a nivel global, porque esto tiene que ver con el cambio climático, con la migración, con muchas cosas. Entonces, más que pensar en política, como tengo muchos amigos en la política, el periodismo y en el análisis político, me gusta sentarme con ellos y escucharlos, aprender. Pero creo que estos esquemas capitalistas de los que hablaba se tendrían que repensar para realmente buscar el bien común. Suena como una utopía, pero así debería ser. Y eso es justo lo que le pasa a mi personaje. Piensa en el bien común, pero usa un esquema capitalista antiguo, entonces quiere hacer las cosas bien, pero la estructura es frágil y todo se puede desmoronar y terminar afectando a toda la gente que esta abajo y pues, nada, beneficiando a los que están arriba.
“Me gusta no hacer absolutamente nada”
TDR: Es bueno verte de nuevo en televisión, ¿ha cambiado la forma en que administras tu tiempo y proyectos?
JMY: Soy bajacaliforniano y para mí el tiempo es distinto. No soy de esas personas que necesitan estar de un trabajo a otro y otro. No necesito ese estímulo. A mí me gusta no hacer absolutamente nada. Me gusta tener mañanas dedicadas al café y a la contemplación de los árboles, a estar en mi cuarto, tocar la guitarra, estar en bata. Mis amigos se burlan de mí por eso, pero mi abuelo era igual, mi bisabuelo era igual, mis tíos… Es algo que no sé si tiene que ver con lo libanés, lo mexicano o lo norteño. No tengo idea, pero soy una persona que necesita ser dueña de su tiempo.
TDR: ¿Y cómo entró Gringo Hunters en esa ecuación?
JMY: Me la ofrecieron justo dos semanas antes de que terminara una serie que ya llevaba cuatro meses grabando. Si hubiera sido otra cosa, probablemente hubiera dicho que no, que necesitaba ir a descansar a mi casa, no salir en seis meses y no ver a nadie. Pero me llamó tanto la atención que decidí aceptarla.
“Antes me gustaban los relojes por fantoche”
TDR: Hablar del tiempo nos recuerda que durante un tiempo fuiste embajador de IWC Schaffhausen y has tenido una relación cercana con Rolex. ¿Cómo nació tu afición por los relojes?
YMY: Cuando era adolescente pensaba que la marca de un reloj o de una playera me iban a dar estatus o iba a ligar más fácil. Después me di cuenta de que eso no era cierto y me valió gorro todo y dejé de poner atención en esas cosas. Pero años después, con IWC Schaffhausen, pude ir a Suiza y conocer a la gente que hace los relojes, entonces me adentré realmente a este mundo. Antes me gustaban por fantoche, por querer apantallar —entre comillas porque tampoco funcionaba—, pero luego me di cuenta de lo complejas que son estas piezas, de lo que significan y de la tradición que hay tras ellas. Eso me generó una curiosidad genuina por la alta relojería.
TDR: Y, como habrás visto, la alta relojería es muy valiosa por ser un trabajo colaborativo. Eso es algo que también se resalta en Gringo Hunters donde constantemente hablan sobre la colaboración tanto entre países como personas. Así que, si esta serie fuera un reloj, ¿cuál sería?
JMY: Por los años que viví en Tijuana, por los relojes que mis compas tenían allá y por lo que significa vivir pegados al mar y al desierto al mismo tiempo, por la rudeza y la chinga y todo eso, Gringo Hunters tendría que ser un Rolex Submariner. Un reloj que, como Tijuana, es todoterreno.