L. Leroy renace con una tentadora declaración de intenciones para los coleccionistas y una invocación al gusto más exigente por las piezas complicadas. La firma celebra su 240 aniversario en 2025 y da un paso adelante con el nuevo Bal du Temps. Este repetidor de minutos con tourbillon volante forma parte de la colección Osmior y se erige como el extraordinario himno de una nueva etapa de la histórica firma.
Códigos estéticos clásicos, dos complicaciones extraordinarias en perfecta simbiosis en un nuevo movimiento manual y el alto nivel de desarrollo que caracteriza la exigencia mecánica que se manufactura en Ginebra. Así es el regreso de L. Leroy, el legendario relojero de la realeza francesa de los siglos XVIII y XIX, cuyos clientes fueron personalidades como María Antonieta, Marcel Proust, Matisse, Napoleón, Franklin D. Roosevelt, Alfred Nobel, Antoine de Saint-Exupéry, Charles Lindbergh, Chopin, Strauss y Bugatti, entre otros.
La estética del Bal du Temps es clásica, pero la poderosa exhibición en la esfera calada de su calibre L610SQ le da un toque muy contemporáneo. En el centro de la carátula se pueden admirar las palancas y engranajes con magníficos acabados satinados y pulidos, la platina con granulado circular y las cabezas pulidas de los tornillos.
Paso firme en el futuro
Con los números árabes al estilo de las piezas históricas de L. Leroy desplegados en una escala con acabado rayos de sol, la hora se indica mediante una sola aguja central. Es un guiño al reloj colgante “a tact” que la Maison realizó para el príncipe Émile Maximilien Léopold Auguste de Hesse hacia 1810 y que, en 2023, inspiró una pieza única de la casa. Sin embargo, para celebrar su aniversario y su vuelta a la escena relojera, L. Leroy no añora el pasado, sino que pisa firme en el presente y el futuro.
El Bal du Temps refleja la ambición de la firma al combinar un repetidor de minutos con un tourbillon volante, dos complicaciones muy exigentes. La repetición de minutos resuena con tres sonidos distintos, al igual que un minué se desarrolla en tres movimientos de baile delicados, gráciles y precisos. Así, el reloj rememora las grandes veladas de la corte de Luis XVI y hace eco de la forma en que los bailarines trazaban motivos sobre los suelos encerados.
Un baile exquisito
El mecanismo de repetición de minutos se activa a solicitud con el pulsador ubicado a las 9 horas. El tourbillon volante completa el espectáculo con su hipnótica rotación de un minuto. El puente de la jaula luce la doble “L” entrelazada, símbolo de la casa.
Hay tres versiones del Bal du Temps en producción limitada: oro 5N con esfera antracita; platino con esfera azul, y titanio con esfera plateada rodiada. El diseño de la caja de 43 mm tiene la forma de “tambor” típica de la colección Osmior. Las asas están biseladas y ligeramente acampanadas con los extremos redondeados.
L. Leroy ha cuidado la estética de forma minuciosa. El cristal de zafiro y el bisel son ligeramente abombados. La corona también está grabada con la doble “L” entrelazada y pulida sobre una superficie arenada. El anillo que fija el cristal de zafiro del fondo tiene segmentos abombados y grabados en relieve que muestran la información del reloj. Sin duda, estamos ante una pieza de alto nivel mecánico y un refinado diseño para gustos exigentes.
Historia de logros
Hijo de relojero, Charles Leroy fundó su marca en París en 1785. Según la firma, desde sus inicios se convirtió en “relojero del rey” y, luego, en proveedor de la familia imperial francesa y relojero del Ministerio de Marina. Después fue proveedor de las más prestigiosas flotas navales europeas hasta finales de la década de 1880.
Además, Leroy fue reconocido por su destreza en la alta relojería y la innovación técnica. Su atelier en París era sinónimo de precisión, lujo y elegancia, produciendo piezas exclusivas para la aristocracia y la realeza europeas. La marca tiene un récord de 384 medallas de oro en concursos de cronometría.
Legado único
Una de sus obras maestras es el reloj de bolsillo “Leroy 01”, reconocido con el primer premio en la Exposición Universal de París de 1900. Por tanto, esta pieza única con 975 componentes y 27 complicaciones fue la referencia definitiva en relojería ultracomplicada hasta 1989, cuando se presentó el Calibre 89 de Patek Philippe. Hoy en día se exhibe en el Musée du Temps de Besanzón.
Independencia garantizada
“L. Leroy nos ha legado un patrimonio único y excepcional. El objetivo es proponer relojes contemporáneos impregnados del mismo espíritu que sus ilustres predecesores”, dice Miguel Rodríguez, propietario de L. Leroy y del grupo Festina. “La huella imborrable que la Maison ha dejado en el arte relojero debe seguir brillando, deleitando a los conocedores más exigentes y permitiéndoles transmitir su pasión a las generaciones futuras”.