La excepcional singularidad de Lederer Timepieces

Lederer convierte en arte la creación de sus escapes.

La imagen más común de la Alta Relojería, muchas veces favorecida por las propias marcas, es la de piezas repletas de complicaciones con un sinfín de componentes, acompañadas de espectaculares ingenios como tourbillones esféricos y materiales vanguardistas. Es lo habitual, pero no es el único camino. Algunos creadores eligen un camino diferente, apenas transitado, donde la perfección viene de la mano de la sencillez. Entre ellos destaca Bernhard Lederer, de origen alemán (Kornwestheim, 1958), aunque establecido en Suiza desde el año 2000.

Es muy posible que a muchos aficionados no les suene el nombre de Lederer. Algo normal si tenemos en cuenta que su nombre aparece por primera vez en sus relojes en 2021. Más que un inicio, la aparición de Lederer como firma supuso el cénit de una carrera iniciada en los años ochenta, en un momento crítico de la industria relojera, y que desde entonces ha desarrollado algunos de las más increíbles invenciones de las últimas décadas. 

Diálogo con los grandes maestros

El trabajo de Lederer se expresa como un diálogo con los maestros antiguos. El relojero alemán cita a Antide Janvier, Abraham-Louis Breguet y, por supuesto George Daniels, quien tuvo un importante papel de aliento en sus primeros años de trayectoria. De ellos aprendió las reglas que definen su visión del oficio.

Bernhard Lederer

“Para mí”, nos dice Lederer, “la verdadera relojería debe centrarse en mejorar los fundamentos: precisión, fiabilidad, belleza mecánica en lugar de añadir complicaciones simplemente por el impacto comercial. Mi trabajo es un tributo a la esencia del cronometraje. Además, desde el principio de mi carrera estaba convencido de que un verdadero relojero sería capaz de fabricar cada pieza por sí mismo. Sigo esta idea hasta el día de hoy, aunque sé que hay menos de un puñado de creadores que están realmente a ese nivel. Creo que aquí está la diferencia entre un relojero y un decorador de relojes”. 

Y ha sido precisamente esta inspiración en los grandes maestros la que ha servido a Lederer a seguir un camino completamente ajeno al mercado. Porque si algo distinguió a creadores como Breguet o Daniels fue su capacidad para inventar soluciones novedosas, lo mismo que ha conseguido Lederer en toda su carrera.

Así lo hizo con BLU, su primer proyecto de firma autónoma, creada según llegó a Suiza y finalizada en 2009 a causa de la crisis económica mundial. Los relojes de BLU (Bernard Lederer Uhrenmacher) fueron unos adelantados al proponer una estética y tecnología quizás demasiado avanzada para la época. Con ellos, Lederer experimentó nuevas propuestas para el tourbillon tradicional (“un invento maravilloso, pero con una construcción muy pesada”), carátulas giratorias, retrógrados capaces corregirse en el sentido contrario de las agujas del reloj sin dañar con ellos el mecanismo, o incluso desarrollar los primeros relojes realmente antimagnéticos, capaces de soportar campos de un intensidad superior a los 100,000 Gauss.

Central Impulse Chronomter de 39 mm
La oferta de Lederer se ciñe a un modelo, el Central Impulse Chronometer, que ha reducido su diámetro a 39 milímetros para adecuarse a los gustos actuales.

La finalización del proyecto BLU también dio la oportunidad de Lederer de trabajar para otras firmas como asesor y fabricante. Una tarea que ha permitido la supervivencia económica del proyecto y que se tradujo en la creación de la compañía MHM. Sin embargo, lo mejor estaría aún por llegar. 

El secreto de los escapes Lederer

“Siempre he sentido interés por los escapes”, nos confiesa el relojero. “Creé Lederer con la intención de rendir un homenaje a los maestros. A través de nuestra colección, reinterpretamos los escapes más emblemáticos, rediseñados para modelos de pulsera y con el deseo de que los coleccionistas disfruten de algo completamente diferente a lo que pueden encontrar en el mercado”. No es anuncio superficial, porque Lederer se cimenta en el desarrollo del escape Central Impulse Chronome. Posiblemente sea la gran creación de Bernhard Lederer y que en poco espacio de tiempo le ha valido la concesión de dos premios del Grand Prix (2021 y 2024).

Escape del Central Impulse Chronometer de Lederer
Primer plano del escape Central Impulse Chronometer, que Bernhard Lederer ha desarrollado como desafío a la propuesta de George Daniels.

Como nos señala el propio relojero, “con excepción del Co-Axial, el 99% de los relojes del mercado usan el escape de palanca o suizo”. Es práctico y funcional, pero con una gran pérdida de energía y pocas posibilidades de evolución. En su lugar, Lederer, ha creado este escape Central Impulse Chronometer a partir del proyecto inconcluso de George Daniels de crear un escape de doble rueda.

En la creación de Lederer, cada rueda del escape cuenta con su propio tren de rodaje y barrilete. Incluye además un dispositivo de fuerza constante que acumula energía cada diez segundos. El escape Central Impulse Chronometer es increíblemente preciso, además de bello a la vista, gracias a los excelentes acabados de la manufactura y arquitectura simétrica del movimiento, otra de las obsesiones del relojero alemán. Incluso el sonido es diferente, con una cadencia que Lederer no duda en calificar de música del tiempo. 

Producción artesanal

Sin renunciar a la sencillez estética, los relojes de Lederer son completamente diferentes a cualquier otra propuesta del mercado. Este concepto exclusivo también se traslada al modo de trabajar e interaccionar con los coleccionistas. Todo parte en el taller de MHM en Saint Blaise, en las afueras de Neuchâtel. “Formamos un equipo pequeño de profesionales altamente especializado”, comenta Lederer. “En total seremos unas veinte personas entre relojeros, ingenieros y artesanos”. La producción de Lederer es pequeña, minúscula en comparación con los habituales nombres del negocio.

Fondo del Lederer Central Impulse Chronometer
La belleza los mecanismos del Central Impulse Chronometer es incuestionable, siempre partiendo de un concepto visual simétrico.

Apenas producimos entre 60 y 80 piezas al año. Cada una es especial. Fabricamos, decoramos y ensamblamos todos los componentes internamente (excepto el muelle del barrilete y la espiral), por lo que controlamos cada detalle. Incluso las agujas y las carátulas se fabrican en nuestro taller. Cuando un reloj se ensambla por primera vez, funciona durante unos tres meses. A continuación, lo desmontamos por completo de nuevo, examinamos cada componente cuidadosamente, lo limpiamos todo y lo volvemos a montar de nuevo lubricado y los ajustes más finos. Solo después de este segundo y meticuloso montaje, el reloj finalmente se encaja y se prepara para la entrega”.

Un proceso largo que explica tan escasa producción. “Para mí, la verdadera medida no es la rapidez con la que podemos montar un reloj después de todas las semanas y meses de preparación de todos los componentes. No pasa nada si tardamos dos, cuatro o incluso seis semanas. Lo que importa es la sensación que tengo cuando lo veo terminado”

Con más de cuarenta años de experiencia en relojería, y una nómina extraordinaria de creaciones, llama la atención este desconocimiento de este genio alemán por gran parte de la afición relojera. Es muy probable que, de haber trabajado para una gran firma, Lederer tendría la fama que disfrutan otros compañeros del sector.

Relojero observa el fondo de un reloj Lederer
Todos los movimientos de Lederer son fabricados o montados de manera artesanal en un pequeño taller a las afueras e Neuchâtel.

Cerramos nuestra entrevista preguntándole si las cosas habrían cambiado de no haber seguido una trayectoria independiente, siempre ajena a las grandes firmas y grupos. Quizás ahora sería más rico y famoso. “En cierto modo, soy increíblemente rico”, nos confiesa Lederer. “Porque pude quedarme con mi esposa y mis dos hijas. Además, me he mantenido fiel a mis valores, centrándome en la investigación y aportando innovaciones que podrían no haber sido posibles dentro de los límites de una corporación. No, no me arrepiento”. 

Andrés Moreno

Decía Antonio Machado que el hacer las cosas bien importa más que el hacerlas. Me he guiado por esta máxima durante casi veinte años que llevo escribiendo de relojes. En mi mano está hacerlo del modo más ameno posible.

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