Con un discreto Patek Philippe Aquanaut en la muñeca, Vicente Dalmau Cebrián-Sagarriga habla de las similitudes entre Marqués de Murrieta, la ilustre bodega de vinos que pertenece a su familia desde 1983, con la prestigiosa manufactura suiza. “(Nosotros) seguimos al vino, lo escuchamos –como en Patek–, lo probamos, lo olemos y decidimos si es el momento para sacarlo. (…) Pero yo creo que esto lo tienen las marcas con alma. Y Marqués de Murrieta tiene alma, Pazo de Barrantes tiene alma y Patek Philippe tiene alma”, afirma.
Vicente, décimo conde de Creixell, es el presidente de Marqués de Murrieta desde 1996, cuando su padre falleció. El origen de la marca se remonta a 1852, cuando Luciano Murrieta elaboró el que es considerado el primer “vino fino” de Rioja, tras estudiar en Burdeos el método Médoc. Esto resultó en la fabricación de vinos más longevos, con mayor complejidad aromática y gustativa, y una calidad superior. En 1877, Luciano adquirió la Finca Ygay y mandó a construir el Castillo de Ygay, que fue rehabilitado por los Cebrián-Sagarriga y hoy es un museo.
Marqués de Murrieta cuenta hoy con 300 hectáreas de viñedos en ese mismo lugar del sur de la Rioja Alta y un centro de producción moderno y que apuesta por la sostenibilidad. De ahí proceden todos sus vinos: Marqués de Murrieta Reserva y Gran Reserva; Dalmau; Castillo Ygay y Castillo Ygay Blanco; Capellanía, y Primer Rosé. Ha ganado los premios a Mejor Bodega del Mundo, Mejor Vino del Mundo (Castillo Ygay) y Mejor Enóloga del Mundo (María Vargas). Sus productos se sirven en los palcos VIP del Gran Premio de España de la Fórmula 1, en el Mutua Madrid Open de tenis y en sofisticadas cenas como la que tuvo lugar en el restaurante Bajel de la Ciudad de México hace unos días. Vicente también es dueño de la bodega gallega Pazo de Barrantes. Hablamos con él durante su visita a nuestro país.
Un ser vivo
Tiempo de Relojes: Ya que usas un Patek Philippe, ¿sabías que los relojes de sonería de esa marca son aprobados por el actual presidente y su padre, que fue el anterior presidente? ¿Encuentras alguna similitud con lo que ocurre en tus bodegas?
Vicente Dalmau Cebrián-Sagarriga: A mí Patek Philippe me parece apasionante, un caso único como puro análisis empresarial. ¿Cómo puede generar esa demanda mundial de gente esperando a que le den un reloj? Yo estuve esperando un año y medio o dos en España para que me dieran este reloj. Me gusta mucho la parte de la exclusividad que tiene Patek.
En mi caso, el mundo del vino puede ser muy parecido. El mundo del vino es un ser vivo. Con quien mejor convive un ser vivo es con una familia. Si hago un análisis de las listas de los mejores vinos del mundo, los que están en el top 10, 20, 30 tienen un denominador común, que es la familia. No son bodegas propiedad de un fondo de inversión, sino de familias. ¿Por qué? Por una sencilla razón. Porque la relación que existe entre ese ser vivo, que es el vino, y la familia es especial.
Nosotros no podemos hacer ningún planteamiento en cuanto a estrategia comercial para predefinir el vino que sacaremos en 2028. Porque no sería Murrieta. Nosotros hacemos un seguimiento continuo de todos los vinos en los distintos procesos de crianza. Vamos analizando cómo se comporta cada vino en barrica y decidimos el momento en el que la barrica ya ha aportado lo suficiente al vino. Lo sacamos para llevarlo a otro entorno distinto, que en nuestro caso es el hormigón, donde conseguimos elegancia, sutileza, longitud, profundidad.
Seguimos al vino, lo escuchamos –como en Patek–, lo probamos, lo olemos y decidimos si es el momento para sacarlo. Después lo metemos dentro de otro medio que es el vidrio y pasa a la botella. En la botella le hacemos un seguimiento anual para decidir el momento óptimo para presentárselo al cliente final porque ya tiene algo que es clave en Murrieta, al margen de la frescura, que es la elegancia. Y la elegancia se consigue desde el racimo hasta el final del proceso de la botella. Cuando entendemos que hemos conseguido el máximo nivel de elegancia es cuando decidimos sacarlo al mercado.
Es igual a lo que sucede en Patek Philippe, donde escuchan si el reloj tiene un sonido equilibrado o hace falta revisarlo. Pero yo creo que esto lo tienen las marcas con alma. Y Marqués de Murrieta tiene alma, Pazo de Barrantes tiene alma y Patek Philippe tiene alma. Todo esto es lo que tratamos de hacer con nuestro vino. El Castillo Ygay tiene un alma especial. Es un icono. Cuando alguien le da 100 puntos no es una cuestión de calidad, sino de que has percibido algo único. Te ha puesto los pelos de punta. Te has hecho muchas preguntas. Has percibido cosas que no habías percibido anteriormente.
Cambiar para seguir igual
TDR: ¿Cómo es el reto de cuidar un legado como el de Marqués de Murrieta?
VDCS: Se puede ver desde el aspecto positivo de tener la suerte y posibilidad de representar, cuidar, hasta presumir –¿por qué no decirlo?– de ser el propietario o representante máximo de este legado. Pero, por otro lado, tienes una presión constante, un grado de exigencia total, una búsqueda sin pausa de la excelencia. Los legados tienen esa parte de máxima responsabilidad por la que yo he sacrificado mi vida, felizmente, para mantener y tratar de inyectarle savia joven, fuerza y energía a la empresa.
Nuestras bodegas Marqués de Murrieta y Pazo de Barrantes se podían haber quedado como algo clásico rancio. Yo me empeñé en que fueran clásicas, porque me encanta lo clásico. Pero había que sustituir la palabra “rancio” por “actual” y buscar el equilibro, que es una de las cosas más difíciles que hay en la vida, para lograr la adaptación de estos proyectos clásicos al ámbito más moderno.
Desde que estoy al frente de la empresa, yo no hablaría de un cambio, sino más bien de una actualización. O diría que lo he cambiado todo para que todo continuara igual. Esa ha sido mi misión. Siempre bajo la presión del legado que me tocó asumir a los 25 años, con mucha presión continua en la espalda. Esto ocurre sobre todo en países como España, donde la historia y la cultura son muy importantes. El mundo del vino ha sido parte clarísima de la esencia y la personalidad del país.
Hoy, España es el mayor viñedo del mundo, pero no somos el mayor productor de botellas del mundo. Esto quiere decir que Francia, que tiene menos viñedos que nosotros, produce más uva por viñedo, con lo cual hace más botellas. La consecuencia es que la calidad media del vino francés es peor que la calidad media del vino español.
Vino de 100 puntos
TDR: ¿La percepción global sobre el vino español le hace justicia a esta calidad?
VDCS: Te lo contesto de dos formas: desde el ámbito del vino español y desde el ámbito de Marqués de Murrieta. Desde el primero, considero que el vino español no tiene aún el sitio que se merece a nivel internacional. Hay dos países que son absolutamente únicos en cuanto a equilibrar sus vinos y el concepto de prestigio e imagen: en primer lugar, Francia, y en segundo, Italia.
En términos cualitativos, España no tiene ningún factor diferencial a la baja con estos países. Pero sí ha tenido diferencias en el ámbito de la promoción y la parte histórica. Francia lleva muchísimos años promocionando sus productos fantásticamente bien; ha creído en ellos y ha hecho largos procesos de promoción. Italia también lo ha hecho francamente bien. En España, teniendo los grandes productos que tenemos –llámense jamón, aceite, vino–, no nos hemos sabido vender tan bien.
También hay un factor histórico, que hemos estado cerrados durante muchos años en el ámbito internacional por la dictadura española. Yo creo que al vino español aún le queda por mejorar no la calidad, sino el posicionamiento y los precios.
TDR: Y en el caso de Marqués de Murrieta…
VDCS: El mensaje es positivo. La primera exportación de Marqués de Murrieta data de 1852. Tenemos una clarísima vocación exportadora. El 65% de nuestros vinos se venden fuera de España, estamos en 106 países del mundo. La fuerza de Marqués de Murrieta y Castillo de Ygay es evidente. La crítica internacional nos ha apoyado de forma importante. Fuimos elegidos la mejor bodega del mundo en 2023 y el mejor vino del mundo por encima de franceses e italianos. El Castillo Ygay 1986 fue el primer blanco de España que recibió los 100 puntos del gurú Robert Parker. Y luego recibió 100 puntos de toda la crítica mundial.
Así que el posicionamiento de Marqués de Murrieta es francamente bueno. Ahora estamos inmersos en otro reto más que es el posicionamiento en precios. A nivel cualitativo es evidente que estamos a la par y por encima. Pero todavía existe una gran brecha entre el maravilloso vino francés que se vende a unos precios altísimos y nuestros buenos vinos. Hay que ir poco a poco, con cabeza y humildad, rellenando esa brecha. Para que España –concretamente he hablado de mis vinos– pueda estar a la altura en precios de esos grandes vinos italianos o franceses.
El factor tiempo
TDR: Ustedes dependen de los tiempos de la naturaleza y no al contrario, ¿cierto?
VDCS: En esta industria, lo más difícil o lo más extraño es que uno debe tener claro que no es el dueño de la bodega. Al final, quien manda en la bodega para que las cosas vayan bien, para que los vinos respondan bien, para que crees vinos especiales y únicos, son los propios vinos. Y tú tienes que dedicarte a escuchar.
En una bodega como la nuestra, la clave es el tiempo. En un vino como Castillo Ygay, que lo presentamos al mercado después de 13 años, se percibe lo que significa el factor tiempo, el factor tranquilidad. Las prisas en el vino son malísimas consejeras. Los grandes vinos se hacen de viñedos sabios, que llevan mucho tiempo. Con Pazo de Barrantes, somos la única bodega de Galicia que vende albariños maduros. Todas las bodegas gallegas venden vinos blancos jóvenes, y nosotros el vino más joven que vendemos tiene cuatro años. Es el factor tiempo, tiempo, tiempo.