La bibliografía relojera sufre una grave anomalía, tal como ha podido comprobar cualquier interesado en profundizar un poco en esta afición. La enorme oferta existente sobre las historias de las marcas contrasta con la escasa existente sobre una visión global de la relojería. Esta ausencia es aún más marcada en el nivel académico, de nivel pírrico y en la mayoría de los casos limitada a Suiza.
Por esta razón es tan valioso el esfuerzo que ha realizado el historiador suizo Pierre-Yves Donzé (La Chaux-de-Fonds, 1973), autor de más de veinte libros, muchos de ellos centrados en la industria relojera. Por suerte, la obra de Donzé es cada vez más accesible para aficionados de todo el mundo gracias a la reciente publicación en inglés de dos importantes obras como son The Business of Time (A global history of the watch industry) y The making of a Status Symbol (A business history of Rolex), ambas editadas por Manchester University Press.
Pierre-Yves Donzé es profesor de historia empresarial en la Universidad de Osaka desde hace diez años. Nos atiende por videoconferencia salvando la enorme diferencia horaria que nos separa. Se lo agradecemos de manera infinita.
¿Cómo decidió especializarse en la historia de la industria relojera?
Estudié historia en la universidad de Neuchâtel, especializándome en la rama empresarial. En aquella época, en los años noventa, la industria relojera estaba viviendo un gran auge en todos los aspectos y a mí me parecía interesante investigar la evolución de las firmas de la región, cómo surgieron y cómo desaparecieron. Fue un proceso de lo más natural.
Muchos colegas suyos han optado por trabajar como historiadores para firmas relojeras. ¿No le hubiera gustado esta opción?
He tenido alguna propuesta, pero no me atraía lo suficiente. Siempre he preferido seguir una vía académica.
¿Y cómo acaba un profesor suizo explicando la industria relojera de su país en una universidad japonesa?
Cuando acabé el doctorado en Neuchâtel obtuve una beca de tres años para venir a una universidad japonesa e investigar la historia de su industria relojera. Por entonces, mi deseo era regresar a Suiza cuando acabara, pero nunca recibí una propuesta de universidades suizas. Me fui quedando y, poco a poco, hice aquí mi vida. Ahora llevo ya diez años como profesor de Historia Empresarial en la Universidad de Osaka.
¿Cómo surge la interés por publicar The Business of Time?
Hace años escribí uno de mis primeros libros acerca de la historia de la industria relojera suiza. Primero salió en francés, después en inglés y ahora ya ha salido una nueva edición de nuevo en francés. Siempre creí necesario que existiera un libro de estas características. Más tarde proseguí una investigación similar en otros productores históricos y esta obra recoge ahora todo ese trabajo.
¿Cuál es el comportamiento habitual de las marcas con los historiadores?
Completamente cerrado. Lo normal es no poder acceder a sus archivos, salvo algunas excepciones. Y yo soy afortunado por tener la edad y ser lo suficientemente conocido ahora por algunas marcas. Y algunos de ellos me abren sus archivos. Pero es muy, muy, muy poco común. Solo lo hacen si trabajas para ellos o van a obtener algún tipo de beneficio del permiso. Pero, si es por investigación académica, lo normal es que te encuentres con una negativa.
¿Ha sido fácil recopilar toda la información sobre la producción histórica por centros?
Depende de los países. En Suiza sí gracias a la FHS. También en Japón, el país donde actualmente vivo, y en Estados Unidos, que he visitado varias veces. Donde fue más complejo de reunir ha sido en Alemania y Francia. En estos países tenían industria relojera, pero los archivos y documentos han desaparecido. Y es normal, porque la relojería fue en estos países una industria demasiado pequeña como para las administraciones les prestara atención.
Resiliencia suiza
Centrados ahora en la historia de la industria relojera que tratas en Business of Time, lo primero que nos llama la atención es la capacidad de Suiza para mantenerse siempre en los primeros lugares. Otros países que en el pasado fueron potencias, como Estados Unidos, Francia o Inglaterra, su industria desapareció en algún momento de la historia. ¿A qué crees que se debe esta resiliencia de la industria relojera suiza?
Es muy sencillo. Suiza es un país pequeño sin apenas mercado doméstico. En los países más grandes como Japón, Estados Unidos, Alemania o Francia, cuando tenían problemas, cerraban las fronteras y así evitaban la competencia a su industria local. Suiza nunca ha podido hacer eso, así que solo podían abrirse a otros mercados y adaptarte a la demanda de los consumidores. Dicho de otro modo otras, solo sobrevivías si eras competitivo.
En el libro aparece de manera habitual el término ‘établissage’ para referirse al método de producción suizo. ¿En qué consistía este sistema?
Antiguamente los relojes no eran producidos en fábricas y manufacturas. Cada parte del reloj era fabricada por un artesano en su propia casa. La labor del relojero era organizar el ensamblaje realizado por los diferentes operarios. El établissage es este sistema de trabajo.
¿Y por qué cree que es tan importante para explicar la identidad de la relojera industria suiza?
Está muy relacionado con lo que hablábamos antes de la competencia de la relojería suiza. Si existen diferentes tipos de demanda, el relojero podía adaptarse fácilmente a cada uno de ellos. Si necesitabas un tipo determinado de caja por forma o tamaño, podías acudir a un proveedor u otro. Así que, si conocías muchos proveedores diferentes, tenías capacidad para hacer el reloj como quisieras y, de este modo, adaptarte a la demanda del mercado.
Se parece un poco al sistema actual.
Sí que se parece. Ningún reloj se hace completamente en una sola fábrica, con algunas pocas excepciones como Rolex. Pero lo habitual, sobre todo en Alta Relojería, es acudir a proveedores independientes, ya sean diseñadores o fabricantes. Es un sistema muy interesante porque puedes acudir al mejor fabricante de un componente concreto, como un tourbillon, e incorporarlo a tu reloj. La única diferencia con el pasado es que la independencia es mucho menor y cada vez más proveedores están siendo absorbidos por los grandes grupos, pero el sistema es muy parecido.
También está la cuestión de la cercanía.
Exacto. Muchos de los trabajadores de la industria relojera, del pasado y presente, proceden de las mismas ciudades y pueblos. Se tratan desde que iban juntos al colegio y se ven después del trabajo y el fin de semana. Todos se conocen entre ellos y saben perfectamente a quién acudir si quieren hacer algo muy concreto. Aquí hay pocos secretos que guardar.
¿Cuál es la historia más sorprendente que ha descubierto mientras escribía este libro?
Diría que el caso de Citizen. Se fundó como un joint venture entre unos comerciantes japoneses y un relojero suizo establecido en Japón. De hecho, la marca Citizen fue primero registrada en Suiza, así que era una firma suiza que pertenecía a un suizo que vivía en Yokohama. Me sorprendió porque el relato actual potencia los valores nacionales de su fundación, incluyendo el simbolismo del término Citizen con los habitantes de Japón. Pero, si investigas un poco, es fácil descubrir que los diseños, las maquinarias, fornituras venían de Suiza. Y no era precisamente una firma pequeña. El fundador suizo de Citizen logró levantar en Yokohama un empresa con 200 empleados hace un siglo.
Se buscó un montón de enemigos en Suiza entre sus compatriotas porque pensaban que estaba robando les estaba robando trabajo al llevarlo a Japón.
Pero esa trasvase entre naciones es algo que siempre se ha dado en el mundo de la relojería.
Exacto. Tenemos los casos de un estadounidense viniendo a Suiza a montar su propia fábrica de relojes (Florentine Ariosto Jones con IWC) o los proyectos de manufactura de Jaeger-LeCoultre y Zenith.
Aranceles y enemigos
También habrá descubierto casos de errores enormes que expliquen la caída en desgracia de muchas de las industrias nacionales.
Las causas fueron diversas. En el caso de Francia fue por la incapacidad de su industria para controlar la tecnología. Toda procedía de Suiza. Al final, la industria suiza estaba al completo dominada por compañías extranjeras procedentes de Japón, Suiza o Estados Unidos. Cuando estas compañías cambiaron su plan de negocio y perdieron interés en la relojería, las fábricas simplemente desaparecieron.
¿Y el caso de Estados Unidos?
Fue diferente. En Estados Unidos se dieron otras dos razones. Por una parte, existían dos grandes productores como Waltham y Elgin que fueron muy conservadoras y proteccionistas cuando comenzaron a tener problemas. Pidieron el cierre de la frontera a los relojes extranjeros, un poco como ha ocurrido ahora con Donald Trump. La consecuencia que tuvo esta decisión es que pronto quedaron obsoletas al producir relojes de bolsillo cuando el mercado ya demandaba de pulsera.
Hubo también una segunda caída importante cuando, más tarde, Hamilton y Bulova optaron por una tecnología electrónica equivocada. Cuando quisieron rectificar y cambiarse al cuarzo, no tenían el suficiente potencial para imponerse en el plano tecnológico o simplemente perdieron el interés en la relojería porque comenzaban a ganar dinero en otras áreas de negocio.
Y esta es otra diferencia importante de Suiza respecto al resto de países. La relojería siempre ha sido una cuestión nacional.
El gobierno suizo siempre ha protegido mucho la industria y legislado para ella. Aunque esta protección también ha motivado problemas a la industria, como ocurrió en el periodo entreguerras con la creación de cárteles relojeros. Es una solución que funciona porque mantuvo la tecnología del país, pero finalmente le perjudicó la transformación de la economía global. Mientras el cartel domina la estructura económica, es imposible modificarla porque las fusiones o absorciones son prácticamente imposibles de realizar. El resultado fue que, mientras en Japón o en Estados Unidos se estaban creando compañías enormes, las firmas suizas eran muy pequeñas. Por suerte, las administraciones y empresas estuvieron ágiles para acabar con los cárteles relojeros.
¿Qué enseñanzas podemos sacar de su libro respecto a la situación actual de la relojería? ¿Podríamos relacionar los aranceles que se usaron en el pasado con los actuales impuestos por el gobierno de Estados Unidos?
Es complicado porque las circunstancias son muy diferentes. El gobierno estadounidense ha aplicado estos aranceles al igual que hizo en el pasado, pero las causas son muy distintas. Durante los años treinta se impusieron estos aranceles para proteger la industria relojera local. Hoy en día no tienen ninguna industria que proteger, así que es más una cuestión política. En cualquier caso, sí que hay una enseñanza y es la necesidad que tiene Suiza de encontrar nuevos mercados cuando los establecidos comienzan a declinar. Lo hemos visto con China y Estados Unidos. El empresario suizo siempre ha sido consciente de su menor tamaño y sabe que no merece la pena luchar contra los gobiernos. Es más fácil y rentable salir en busca de nuevos mercados.
¿Cómo describiría la evolución de la industria relojera suiza en las últimas décadas?
Ahora vivimos una situación completamente nueva. Siempre han existido relojes de lujo como Patek Philippe o Vacheron Constantin, pero eran una excepción. El grueso de la industria suiza siempre ha sido la producción en masa. En las últimas décadas hemos visto cómo la relojería se ha ido transformado en una industria del lujo, con una facturación creciente, pero con un volumen que ha ido bajando constantemente.
El problema que yo veo a esta situación es la necesidad de reinvención de ciertos productos como Swatch, que ya no puede ser considerado nunca más como un reloj barato, porque ahora mismo hay en el mercado productos mucho más accesibles. Se ha reconvertido en un accesorio de moda, con un valor emocional añadido que lo haga atractivo al público.
Rolex como estatus
Este año también ha visto publicado su libro The making of a Status Symbol, que aporta una perspectiva nueva sobre la historia de Rolex. ¿Cómo surge este libro?
La versión original se publicó en marzo de 2024 y hace poco se editó la versión en inglés. Para mí es un libro importante porque en él me planteo la historia de Rolex desde el punto de vista del historiador que soy, basándome en evidencias, para entender cómo Rolex ha acabado convertida en la firma que hoy en día conocemos.
¿Ha tenido acceso a los archivos de la casa?
No. Les escribí comentándoles que iba a escribir un libro sobre ellos, pero nunca obtuve respuesta, así que tuve que buscar otras fuentes de documentación. Las encontré, sobre todo en J. Walter Thompson, la agencia de publicidad que trabajó durante años para Rolex.
¿Y que descubrió en esos archivos?
Que la identidad actual de Rolex fue creada en los años 60 como la combinación de ingenieros suizos, creando el mejor reloj del mercado, con los equipos de marketing de esta agencia de Nueva York, que inventaron para ella un nuevo concepto social.
¿Y eso fue innovador?
Lo fue mucho, porque toda la publicidad que la relojería suiza hacía en aquella época se basaba en la precisión. Omega, Longines, Zenith… Todo era precisión, precisión y precisión. Y J. Walter Thompson propuso algo diferente: que Rolex hacía relojes excepcionales para gente excepcional. Y aquella idea triunfó, entre otras cosas, porque era un producto muy bien concebido para el mercado. Un reloj de Rolex era caro, pero no llegaba a ser un artículo de lujo como sí podía ser Patek Philippe. Digamos que era un reloj pensado para una clase media alta que, ahorrando un poco, podía comprarse uno en poco tiempo. Una fórmula aspiracional que funcionó de maravilla.
¿Y ha recibido algún comentario de su libro por parte de la firma?
Ninguno, y eso que envié algunos ejemplares a su CEO. Pero no he obtenido ninguna respuesta por su parte. Era lo esperable, por otro lado.