La conquista de Oriente hace tiempo que es un hecho relojero consumado. Pioneros como François Perregaux abrieron la ruta comercial Le Locle-Yokohama a mediados del siglo XIX antes de que existieran las zonas horarias o de que la apertura del Canal de Suez relegara al Cabo de Buena Esperanza –el camino del sur– de los intereses geográficos de las horas. Hoy, cuando el reloj de alta expresión explora vías alternas, Montblanc vuelve la mirada al cielo para guiarse por la Cruz del Sur evocando al almirante portugués que puso en el mapa el hemisferio austral antes de que se demostrara que la Tierra era redonda o de que la precisión tenía sus amaños con las estrellas.
Villeret Tourbillon Cylindrique Geosphères Vasco da Gama es algo más que un guardatiempo de majestuoso nombre –como le gustan a Jérôme Lambert– y grafismo exuberante. Su punto de partida son los ingredientes típicos de la aventura: una espiral cilíndrica que recuerda a un cronómetro marino y la naturaleza siempre misteriosa de un gran tourbillon (¿acaso la gravedad no lo es?) y un sistema worldtime en relieve con triple registro. Y como punto de destino: el logro de una arquitectura inédita destinada al impacto, como es habitual en casi todas las creaciones del atelier de Villeret (antes Minerva) que la firma tiene en el valle de Saint-Imier.
En este experimento retórico empezamos por celebrar que Montblanc nos descubre que existe Dili (Timor Oriental), Noumea (Nueva Caledonia), Pago Pago (Samoa), Papeete (Tahití)… los 24 enclaves elegidos para cada uno de los meridianos sureños que acompañan en el bisel posterior a las otras tantas urbes habituales de los relojes con hora universal del hemisferio norte. Mirando la inmensidad del azul que domina los mares meridionales en la semiesfera pintada a mano del reloj resulta hasta sorprendente que puedan existir emplazamientos en cada franja horaria si prescindimos de la Antártida.
El Geosphère Vasco da Gama es también el primer uber-watch de la era Lambert al frente de Montblanc y, como tal, viene rodeado de todo el virtuosismo de la familia Villeret, ahora sin el apelativo 1858. Como antes ocurriera con el Tourbillon Bi-Cylindrique, el Metamorphosis II, el Chronographe Régulateur o el ExoTourbillon Rattrapante, el nuevo Tourbillon Cylindrique Geosphères Vasco da Gama propone en una escenografía rica en argumentos en una combinación funcional sin antecedentes donde cada elemento reclama el protagonismo por exceso de ego.
Sobre un trazo de carátula tres cuartos de dos niveles sobresale un tourbillon de un minuto de puente convexo infinito con espiral cilíndrica de doble curva Phillips (las espirales propias son una de las destrezas de Montblanc Villeret). Este muelle tiene una conexión inmediata con la cronometría por su mejor desempeño isocrónico al oscilar de forma equidistante desde su epicentro con base en los dos puntos de fijación en los extremos. El gran balance de 14.5 mm oscila lentamente a 18,000 alt/h rodeado de un mar de olas al guilloché en otro guiño más con el mundo de los orígenes de la navegación.
En la escena inferior, y en rigurosa simetría, las dos semiesferas terrestres fijas ilustradas con pintura en miniatura están rodeadas de discos que giran en sentido invertido (el del Hémisphere North siguiendo las manecillas del reloj) diferenciando el ciclo nocturno y diurno para leer intuitivamente en un poderoso juego de volúmenes la cartografía de la hora mundial. En la posición de las 6 h, una rosa de los vientos con flor de lis labrada recuerda el mármol de la base del monumento del Padrão dos Descobrimentos de la Parroquia de Belém en Lisboa, que vela para marcar la hora de origen después de zarpar rumbo a lo desconocido. Toda una mezcla entre arte de exquisitos pulidos, ciencia e incontinencia de recursos de la que sólo se crearán 18 unidades. (Por Carlos Alonso)