Crash en 2015 y el Tank Cintrée en 2017. Las formas son en París el principio rector que fragua la imagen. Porque en esa superficie habitan las ideas. Y la belleza es una idea que exige reencarnación. Ahora es el turno de Tonneau en la colección Privé. Entre el rectángulo y óvalo, una caja sutilmente curvada.
La maison lanzaba Tonneau en 1906, dos años después del Santos. Un siglo atrás, la pieza fue considerada algo excéntrica. Aquel atrevimiento del pasado es sólido estilo intemporal en el presente. Los códigos esenciales se mantienen. Números romanos, minutería ferrocarril y la corona con el cabujón –rubí o zafiro, según la versión de platino u oro rosa-. El bisel se ha refinado sin romper el plano con suma ligereza. Y los números rodiados y pulidos contrastan con las esferas champán y plateada en la versión de oro y platino respectivamente, que cuentan con corona y cabujón de rubí o zafiro. Todas las piezas portan el calibre manual 1917 MC con 38 horas de reserva de marcha. Dos ediciones exclusivas de 100 ejemplares.
Pero aún hay más. Cartier presenta también nueva interpretación esqueletada de su famoso modelo de doble huso horario. Una escultural del famoso Tonneau XL de la colección CPCP (Collection Privée Cartier Paris) que contaba con dos mecanismos independientes. Carátula dividida en dos segmentos con dos coronas paralelas. Sin cambiar la forma original, la audacia técnica radica en el montaje del calibre manual 9919 MC con un tren de engranajes de forma lineal.
Una perfecta alineación entre las 12 y 6 horas. La modificación también ha sido adaptada a la estructura curvada con un una ligera inclinación sobre el barrilete y el escape. Dos husos conectados de lectura fácil. Tonneau esqueleto renace en dos ediciones limitadas de 100 piezas de oro rosa y platino, más una tercera de platino con diamantes baguette. Cartier sigue siendo el afanoso guardián platónico de las apariencias.