Fue una transformación natural. Vaya, que el brazalete ya estaba hecho. Pensándolo bien, hasta es extraño que el Cartier Maillon no hubiese nacido antes. Sin embargo, aunque por supuesto es evidente su aire de novedad, se siente como un déjà vu, como si se tratara de un reloj que ha existido desde siempre. Ese fenómeno —bastante buscado por las marcas y muy envidiado cuando alguna lo logra— no es fácil de obtener y no debe confundirse con los efectos de la estética vintage; es algo que se consigue, más bien, cuando una firma logra traducir de manera respetuosa y bien estudiada elementos de su historia para transmutar el pasado en innovación presente. El Maillon, otrora solo un nombre bajo el que Cartier designaba a ciertos brazaletes, anillos y collares que contaban con una forma específica de eslabones, da un salto gigante con su presencia en la colección de relojes femeninos, a la que se le puede pronosticar éxito dada su belleza y ergonomía.
Movimiento y geometría
Maillon es la palabra francesa para “enlace”, y básicamente de esto se trata el reloj. Porque, hay que ser honestos, el brazalete y la forma en la que está compuesto son los grandes protagonistas de esta pieza. Se trata de una cadena fluida gracias a las pequeñas torciones que tienen los eslabones y que crean un efecto de movimiento. Estas piezas se unen de modo orgánico a la caja de apenas 16 x 17 milímetros, tan pequeña que parece que el reloj en sí mismo es solo un pretexto para mostrarnos estas magníficas pulseras de metales preciosos, que pueden ir acompañadas de piedras de la misma categoría. Las versiones que tienen indicadores usan los números romanos al estilo que ya le conocemos a Cartier gracias a otros modelos icónicos como el Santos, pero los que llevan incrustaciones prescinden de ellos, al igual que el Maillon de oro amarillo con brazalete con engaste de diamantes y carátula negra que solo deja ver el logotipo de la casa (y que está limitado a 50 piezas).
Cumpliendo el objetivo
El lanzamiento del Maillon, y la importancia que con seguridad tendrá en la casa de la pantera, nos recuerda una conversación sostenida en 2019 con Arnaud Carrez —director de marketing y comunicación de Cartier—, en la que nos anunció que, tras una reflexión sobre la identidad de la marca, volverían a su prioridad: crear objetos bellos, de diseño atemporal, principalmente pensados para las mujeres. Por entonces, Carrez hizo otra declaración importante: “Cartier es una firma de diseños, no de movimientos […] la técnica debe servir al diseño y no al revés”. He ahí el por qué de que estos relojes joya cuyo precio inicial supera los 25 mil dólares lleven, dentro de sus cajas diminutas, movimientos de cuarzo. “El cuarzo siempre ha estado presente en la historia de Cartier y estamos orgullosos de su calidad. Repensarlo para que tenga una autonomía mejorada, implica que se invirtió el mismo nivel de detalle y atención que requiere un mecanismo mecánico”, nos dijo en entrevista. Ese trabajo se hace evidente en este modelo que, como se planeaba, pone la técnica al servicio del diseño para conseguir el objetivo principal de esta colección que, en palabras de Marie-Laure Cérède, directora creativa de relojes de Cartier, es “deconstruir el brazalete y trascender su diseño desde el enfoque del volumen; hacerlo emocionante con movimiento y tensión”. —Mónica Isabel Pérez
Ficha técnica
16 mm x 17 mm x 6.8 mm.
Disponible en oro rosa, oro amarillo y oro blanco, todos de 18 quilates.
Versiones con bisel engastado con diamantes, pulsera y bisel engastados o pulsera, bisel y carátula con engaste.
Movimiento de cuarzo.
Una única edición especial limitada a 50 piezas numeradas.