En el competitivo mundo de la relojería, diferenciarte de tus adversarios es el paso fundamental para sobrevivir. Lo puedes conseguir con el diseño de tus creaciones, con una política de comunicación muy personal o siendo capaz de fabricar tus propios movimientos. Esta última opción es la más complicada, pero también la que más te garantiza poseer un producto único en el mercado. También es la decisión que desde hace más de una década tomó Schwarz-Etienne para continuar siendo una firma ‘relevante’, el término que mejor define su trabajo. También es el mejor modo de no traicionar su pasado.
Desde sus orígenes siempre ha estado especializada en la fabricación de movimientos. Así lo decidieron en 1902 sus fundadores, el matrimonio formado por Paul Arthur Schwarz y Olga Etienne, quienes levantaron la empresa en La Chaux-de-Fonds, en el corazón de la Suiza relojera.
Durante décadas el negocio familiar mantuvo un gran reconocimiento, ya fuera con las diferentes marcas comercializadas por la propia casa, o través de los acuerdos de producción para casas como Chanel o Alfred Dunhill. Incluso la llegada de la crisis a comienzos de los años 80 no forzó a sus responsables a abandonar su proyecto de creación autónoma.
No fue hasta 2007 cuando Schwarz-Etienne se sintió capaz de elevar el concepto manufactura a un nivel más competitivo y moderno. Lo consiguió de la mano de Raffaello Radicchi, un hombre de negocios italiano de origen humilde (en los 70 emigró como tantos compatriotas a Suiza para la construcción del túnel de San Gotardo) y que llegaría a hacer una fortuna gracias a los negocios inmobiliarios en La Chaux-De-Fonds. Radicchi juntó a un equipo de profesionales y creó una estructura que garantizó la independencia industrial de la firma.
Fue una pura cuestión de necesidad. “Queríamos que Schwarz-Etienne siguiera fabricando sus propios movimientos y en aquella época fue cuando Nivarox anunció que ya no produciría más componentes para firmas ajenas a Swatch Group, así que decidimos crear E2O Innovations y establecer las bases de un grupo independiente”.
Quien habla es Mauro Egermini, CEO de Schwarz-Etienne y uno de los grandes responsables del resurgimiento de la firma. “Los primeros calibres de la nueva etapa de Schwarz-Etienne salieron al mercado en 2013. Actualmente tenemos nueve movimientos diferentes, de los cuales siete han sido desarrollados y fabricados en los últimos cinco años”.
El propio Egermini explica la estructura del grupo, repartido por fabricación de relojes, movimientos propios y para clientes externos, y la elaboración de reglajes. “Aunque estamos muy diversificados no dejamos de ser una empresa pequeña, así que hacemos tareas simultáneas en las diferentes áreas de trabajo.
“Una persona puede trabajar sin problema en dos o tres cometidos diferentes. Al final lo que conseguimos es haber llegado a ser una de las pocas casas de Suiza capaces de fabricar nuestras propias espirales, escapes y volantes. ¿Cuántas firmas puedes nombrar que sean capaces de hacer lo mismo que nosotros?”. El éxito de ser manufactura independiente.