Londres, 8 de julio de 1978. Pista central de Wimbledon. Björn Borg y Jimmy Connors se enfrentan por la copa que levantó por primera vez el británico Spencer Gore exactamente cien años antes. El tanteo favorece claramente al de Estocolmo, que está 6-2, 6-2, 5-3 y 30-40 por delante en el marcador. Poco tiene que perder el estadounidense, que se la jugará con un primer saque profundo y, si le entra, con una subida a la red a la desesperada. Vano intento: Borg lanza un tiro cruzado envenenado y Jimbo lo alcanza, pero su volea rebasa la línea de fondo. El campeón se lleva el título por tercera vez —aún lo logrará dos veces más antes de su retirada a los 26 años— rubricando un fin de semana que quedará marcado a sangre y fuego en la historia del tenis. El día antes la aún checoslovaca Martina Navratilova había levantado la primera de nueve veces la bandeja dorada reservada para las mujeres tras su victoria sobre la norteamericana Chris Evert: 2-6, 6-4, 7-5. Así se cierra una edición memorable por uno y otro partido. Y por un motivo más: es la primera vez que Rolex marca los tiempos en la ‘Catedral del Tenis’.
Bien sabe el aficionado a este deporte que el reloj no es un elemento más en pista. Un partido requiere la presencia de dos (o cuatro) tenistas, un árbitro auxiliado por sus jueces de línea, una cuadrilla de recogepelotas y un reloj. En la pista más famosa del planeta, la marca suiza es tan característica como la presencia de los Duques de Kent, la indumentaria blanca o las tradicionales fresas con nata. Wimbledon y su Reloj Oficial llevan haciendo historia juntos desde hace cuatro décadas, lo que equivale a haber cronometrado las mayores proezas de John McEnroe, Pete Sampras, Roger Federer, Boris Becker, Steffi Graff, Stefan Edberg, Martina Hingis, Venus y Serena Williams, Andre Agassi, Maria Sharapova, Rafael Nadal, Andy Murray, Garbiñe Muguruza, Angelique Kerber y Novak Djokovic, por mencionar solo algunos.
Pero Rolex no solo está en las verdes pistas londinenses sino en el resto de los torneos del llamado Grand Slam, que se juegan en Melbourne, París y Nueva York. El primer grande del año es el Open de Australia, que también cuenta con este Patrocinador Oficial y Reloj Oficial desde 2008. En todo este tiempo son muchos los partidos inolvidables que ha cronometrado la marca de la corona dorada, por ejemplo la final de 2009, la primera en suelo aussie en la que Rafael Nadal vence a Roger Federer. Muchos la recordarán por ser la primera y única vez en la que el suizo rompió a llorar; fue tras su épico duelo a cinco sets, en una ceremonia de entrega de trofeos que confirmó el relevo generacional. No menos memorable fue la final del 2012, esta vez con resultado adverso para el español: perdió en cinco horas y 53 minutos ante un elástico Novak Djokovic en una de las grandes finales que ha registrado la historia de este deporte.
Los otros dos grandes torneos tienen a Rolex como embajador desde hace bien poco: tanto Roland Garros —también conocido como los Internacionales de Francia— como el US Open cuentan con este socio desde 2018, año en que desbancó respectivamente a Longines y Citizen rubricando así su supremacía en el circuito. Esto supone haber sido su Premium Partner y Reloj Oficial en las dos últimas finales parisinas ganadas por Nadal al austriaco Dominic Thiem, y en las femeninas, con sendas victorias de la rumana Simona Halep sobre Sloane Stephens y la australiana Ashleigh Barty sobre Markéta Vondrousova. Este año ya no pudimos ver si era capaz Rafa Nadal de renovar su reinado por décimo tercera vez en su vida porque el torneo se ha cancelado a causa de la pandemia del coronavirus.
Respecto al Open de Estados Unidos, también conocido como Flushing Meadows, la corta relación entre torneo y marca ya ha dado grandísimos partidos, como la final que enfrentó a Djokovic y al argentino Juan Martín del Potro en 2018. O la del año siguiente, en la que Nadal hubo de emplearse a fondo para lograr su tercer título neoyorquino frente a la revelación de esa temporada, un ruso de acero llamado Daniil Medvédev.
Un circuito regido por la excelencia
Pero el tenis va más allá de este póker de torneos que recoge el Grand Slam. Los circuitos ATP y WTA —que respectivamente organizan las grandes convocatorias para varones y mujeres— también cuentan con Rolex como partner. Sirve como ejemplo su presencia en los nueve torneos Masters 1000: Indian Wells, Miami, Madrid, Roma, Canadá, Cincinatti… y, claro queda, el Rolex Monte-Carlo, el Rolex Shanghai y el Rolex Paris Masters. También abarca la Nitto Masters Cup —el torneo de mayor dotación económica del año, en 2019 conseguido por el griego Stefanos Tsitsipas—, la WTA Shiseido Finals — su homólogo femenino, logrado últimamente por Ashley Barty— y la Laver Cup, recientemente creada por el mismísimo Roger Federer, de la que Rolex es Founding Partner. Otras convocatorias de menos categoría pero enorme carisma e historia también entran dentro de su circuito: es el caso de Dubai, Ginebra o Barcelona.
No olvidamos la mayor competición por naciones del mundo: la Copa Davis, también con Rolex. Quien vio la última no la olvidará: después de más de un siglo, cambiaba de formato para convertirse en un torneo de una semana que se jugó en Madrid justo antes de Navidades. El país ganador fue España (con Nadal y Roberto Bautista Agut), superior a Canadá (con Shapovalov y Auger Aliassime) por 2-0.
Nuevos tiempos, modelos clásicos
Mucho ha cambiado la relación entre tenis y relojería desde los tiempos en que se jugaba con manga y pantalón largo, raquetas de madera y cordajes de tripa de cerdo. El tenis es cada vez más rápido, dinámico y espectacular, fundamentalmente debido a la introducción de nuevos materiales y también por causa del factor tecnológico: cada punto es desglosado en una nube de datos relativos a velocidad, espacio y rendimiento. El tiempo también se examina más y mejor que antes, como bien sabe cualquier jugador a quien hayan sacado un warning por tardar más de lo debido en poner la pelota en juego.
La cuestión del patrocinio de jugadores se ha desarrollado exponencialmente, y ahí Rolex ha vuelto a llevar la iniciativa. Su política de excelencia y liderazgo se visibiliza en los contratos establecidos con tenistas de élite. Desde hace más de una década, el más renombrado de su escudería es Roger Federer quien, ya reconocido como el mejor jugador de todos los tiempos, es también considerado el más elegante. Algo tiene que ver su querencia por el Rolex Datejust. O por otro clásico de mitad de siglo pasado: el Rolex Day-Date II, que lució en el último Open de Australia —en versión de oro blanco y con esfera y números en color negro—, quizá como amuleto tras haber ganado Wimbledon en 2012 con este modelo.
Otro embajador de los grandes —ostenta el tercer puesto en el ranking mundial— es el austriaco Dominic Thiem, titán de la tierra batida y segundo dominador de esta superficie tras el Rey Nadal. Su opción es el Rolex Daytona, diseñado originalmente con cronómetros y taquímetro para calcular la velocidad y el tiempo en las carreras automovilísticas, como recordamos en la muñeca del gran Paul Newman.
Otros jugadores que lucen un Rolex en pista son el búlgaro Grigor Dimitrov, el gigante argentino Juan Martín Del Potro, la alemana Angelique Kerber, la española Garbiñe Muguruza, el canadiense Milos Raonic, la nueva estrella griega Stefanos Tsitsipas, la danesa Caroline Wozniacki, el ruso Karen Kachanov y los franceses Caroline García, Lucas Pouille y Jo-Wilfried Tsonga. Se unen estos grandes del tenis contemporáneo a las grandes leyendas de la raqueta que llevaron con orgullo un Rolex y aún lo hacen: los suecos Björn Borg y Stefan Edberg, los estadounidenses Chris Evert y Jim Courier, la belga Justine Henin, la china Li Na y el veterano de Australia Rod Laver.