Cuando el cineasta David O. Russell se encontraba filmando el drama Silver
Linings Playbook, que aborda temas complejos sobre salud mental, un pensamiento comenzó a inquietarlo. ¿Cómo iba a hacer para que el público viera a Bradley Cooper, su protagonista, como algo más que “el guapillo chistoso” de comedias como The Hangover y A él no le gustas tanto? “Estaba consciente que tenía que reintroducirlo a la gente”, dijo el cineasta al diario The Guardian. Y es que interpretar a Pat Solitano, el personaje principal, era un reto que implicaba enfundarse en la piel de un hombre con trastorno bipolar que trata, de manera desesperada, de recuperar su vida y encontrar el amor mientras lucha contra sus demonios emocionales y mentales.
“Pat es un tipo miope en su visión de la vida”, explicó Cooper a The Telegraph. “Él piensa: ‘La respuesta [para que mi vida mejore] es recuperar a mi esposa. ¿Cómo lo hago? Bajando de peso, pensando positivo’. Esa es su enfermedad: si eso en lo que cree se va, se derrumba. Pero sucede que pierde todo y, para su sorpresa, no se cae, crece”.
Ese entendimiento de la mente del personaje derivó en una actuación que le valió su primera nominación al Oscar, a la cual han seguido dos más, una por American Hustle y otra por el drama bélico American Sniper.
La preocupación de Russell se disipó: en un solo movimiento, el mundo tomó en serio la carrera de Cooper. Pero, ¿dónde radica el truco? ¿En el sombrero del mago o es el conejo el que sabe cuándo aparecer?
Cooper ha construido su reputación con paciencia y, sobre todo, con sabiduría. Algo que quizás aprendió de su afición infantil por los ninja. Admiraba su espíritu inquebrantable y soñaba con mudarse a Japón para convertirse en uno de ellos.
Nunca se volvió cinta negra, pero encontró otra pasión: apoyar a las Águilas de Filadelfia. El amor al equipo de su estado natal le fue inculcado por su padre, Charles, quien murió en 2011. “Traíamos la tele a la cocina para no perdernos ningún detalle”, contó a The Inquirer. Ver los partidos era un ritual especial entre padre e hijo. Seis días antes de que Charles muriera, Bradley lo llevó a un partido de playoffs donde las Águilas se enfrentaron a Green Bay. Fue la última vez que estuvieron juntos.
Otro amor definitivo se gestó en su infancia: a los 12 años, luego de ver El hombre elefante, decidió ser actor. Al llegar a la Universidad de Georgetown, por lo tanto, se enroló en un grupo de teatro y supo que debía dejar la escuela para inscribirse en la Actors Studio Drama School. Hay testimonios de esa época en YouTube, donde se puede ver a un joven Bradley cuestionar a gente como Sean Penn y Robert De Niro. Con este último compartiría, años después, la pantalla en Silver Linings Playbook y una amistad que perdura hasta hoy.
Su primera incursión en el star system la tuvo como extra en la serie Sex and the City y luego participó en otras series, siempre en papeles pequeños que destacaban su atractivo físico.
Gracias a su perseverancia, un día llegó su acercamiento a la comedia y al cine: actuó en la cinta de culto Wet Hot American Summer (2001), que le ayudó a sacudirse el estatus de “galán”. Ya en 2005, con Wedding Crashers, recibió más atención gracias a su actuación como Sack Lodge, insufrible novio del personaje de Rachel McAdams.
Esos avances permitieron que, cuatro años después, alcanzara la fama con The Hangover, comedia que fue todo un fenómeno la década pasada. Sobre él, Todd Phillips, director del filme, dijo a Vanity Fair: “No es perfecto, pero lo define su evolución constante. Ha pasado por mucho dolor. Él lo toma, lo interioriza y lo convierte en crecimiento”.
Tras la segunda parte de The Hangover, llegó a sus manos el guión de Silver Linings Playbook y cumplió un viejo sueño de adolescencia: participar en El hombre elefante. Luego ganó aún más popularidad con su participación en Guardianes de la Galaxia, donde presta su voz a Rocket Raccoon.
Hoy se enfrenta a un nuevo reto: dirigir el remake de Nace una estrella, que en 1976 protagonizaron Kris Kristofferson y Barbra Streisand, y que ahora él estelarizará con Lady Gaga. “Siempre quise contar una historia de amor, y la música es la forma más pura que conozco para expresarlo”, dijo a ABC.
Recientemente, Cooper se alió con IWC, para convertirse en el primer embajador de la marca cuya imagen será lanzada a nivel global, contrario a lo que solía hacer la firma (sus embajadores estaban seccionados por región o eran presentados en grupos). El espíritu rebelde de Bradley, así como su constante evolución hacia la perfección, son elementos con los cuales se identifica la relojera, así que se esperan grandes cosas de la sociedad Cooper-IWC. ¿Hasta donde llegará el hombre a quien nadie tomaba en serio? Si todo sigue el mismo cauce, es difícil pensar en un límite.