Fernando Mastrangelo ahonda en las huellas del tiempo sobre el paisaje para crear el lounge de Audemars Piguet en Art Basel Miami. Sostuvimos una plática en su estudio en el barrio de Brooklyn. Ahí atrapa las atmósferas para liberarlas en formas, texturas y significados que expresan un punto de vista sobre el mundo que lo rodea.
El artista de origen latino (nació de padres uruguayos, vivió en México y Buenos Aires y se nacionalizó estadounidense) toma posición y se centra en la denuncia de los efectos del cambio climático. Encapsula el paisaje que puede desaparecer y lo acerca para concienciar sobre el problema más acuciante del siglo XXI.
El artista y diseñador de muebles ha estado en Art Basel (en sus sedes de Basilea, Hong Kong y Miami) con un lounge totalmente creado por él para Audemars Piguet. “Me dieron toda la libertad del mundo para expresarme sin límite. Por eso me gustó tanto el proyecto. Aunque el encargo de la firma suiza fue un reto, el desafío es mi motor”, admite Mastrangelo desde FM/S, su estudio en Brooklyn, Nueva York.
“Audemars Piguet tiene muchas cosas similares a lo que yo hago. Todo viene de la naturaleza. Trato de rescatar materiales que no son comunes, elevarlos a otro nivel, transformarlos, utilizar sal y hacerla ver como una materia elevada. Ha sido un sueño hecho realidad”, concluye.
Mastrangelo tuvo que viajar a las montañas suizas del Jura para plasmar la esencia de la casa relojera en su proyecto. El resultado invita a experimentar este paraje único a través de pendientes ininterrumpidos de tonos y texturas, paredes, cuadros, muebles y vitrinas que contienen piedras trituradas del lugar.
Una pared de estratos compuesta de arena, sal de roca, sílice y piedra caliza es una extensión desmontada de las canteras de la montaña Combe Noire del Vallée de Joux. Deconstruyendo y reconstruyendo la naturaleza y el tiempo, el concepto de Mastrangelo establece un diálogo entre el pasado y el presente.
Jugando con las manifestaciones geológicas del tiempo, Strata Wall es una pared estratificada que evoca la arraigada historia de Audemars Piguet en el Vallée de Joux y el intrincado proceso de la relojería, desde sus recursos naturales hasta el ensamblaje final del movimiento y la caja del reloj.
Además, este muro también incluye cinco componentes característicos de la nueva colección de la manufactura, Code 11.59 by Audemars Piguet: oro, latón, aventurina, cristal de zafiro y acero. La exploración de Mastrangelo sobre la formación geológica del Vallée de Joux continúa con la mesa de trabajo y la lámpara de relojero, ambos inspirados en las cuevas naturales de la región. Hecha de vidrio triturado blanco, la lámpara tipo araña reproduce estalactitas de piedra caliza. Mastrangelo interconecta así la pureza de la naturaleza y el paso del tiempo.
El lounge también contiene un área más pequeña llamada Escape Lounge. Sus paredes curvas presentan un terreno oscuro y accidentado de arena y un sistema de iluminación que reproduce la luz natural de la Vallée, capturada por drones de alta tecnología. Audemars Piguet tiene una relación especial con el arte desde que estableció una alianza con Art Basel en 2013, apoyando las principales exposiciones de arte contemporáneo del mundo en Hong Kong, Basilea y Miami.
Desde entonces, la firma de Le Brassus ha presentado conceptos innovadores invitando a los artistas a interpretar el patrimonio y origen de la Grand Dama en clave artística. Así se ha convertido en un mecenas del siglo XXI que hace posible la magia del arte. “Es una compañía que me apoya como artista y me libertad para expresarme. Además, en AP tienen una cultura familiar que me encanta. Yo siempre trato de tener ese tipo de sinergia, donde todos trabajemos con pasión, queriendo elevar el diseño y el arte a otro nivel y ellos piensan igual. Para mí, este ha sido un proyecto muy importante, es una compañía muy especial”, cuenta Mastrangelo.
La sorpresa forma parte de su ideal creativo. Por eso usa materiales inéditos como sal, azúcar, tierra, café, maíz, cocaína, cenizas humanas, pólvora… Los materiales tienen que ver con lo que quiere expresar. Mastrangelo esculpe y crea estratos en sus obras, creando universos contrapuestos que hallan sentido en sus piezas de gran tamaño. Un universo en el que la naturaleza, las texturas y la condición humana está en capas interconectadas.
En su obra, lo estético no está reñido con la función social del arte. “Lo que trato de decir con mis trabajos es que estamos perdiendo el paisaje, la naturaleza. Es importante tener un impacto político, social, y estoy usando otras plataformas para expresarme también, como YouTube e Instagram”, explica.
Fernando Mastrangelo nos cuenta su historia. “Cuando vine a Estados Unidos decidí trabajar con materiales relacionados con lo que estaba creando. Por ejemplo, cuando hacia una pieza de Brasil, usaba café y azúcar. De México usé maíz. De Colombia, cocaína. Hoy, mi lado político tiene que ver más con el cambio climático”, admite.
La obra inspirada en México, Avarice (2008), está hecha de maíz blanco, harina de maíz blanco y amarillo, epoxi, fibra de vidrio, madera y metal. La idea fue llamar la atención sobre el cultivo masivo de maíz en el país para satisfacer las necesidades de energía y las demandas de los consumidores extranjeros. Al mismo tiempo, sugiere un paralelismo entre la conquista de la nación por los españoles y la explotación actual de la producción local de maíz mexicano por parte de los empresarios norteamericanos. Hoy es parte del acervo del Museo de Brooklyn.
Sin saberlo, Mastrangelo ha trasladado a sus creaciones parte de su esencia latina, lo que experimentó y admiró cuando vivió, sobre todo, en México. Allí, menciona, “construyen con bloques de cemento de siluetas sencillas y a gran escala”. Admira a los arquitectos Luis Barragán y Ricardo Legorreta.
“Me encanta la geometría simple, los colores y, sobre todo, el minimalismo. Formas simples, pero bien pensadas. Crecí en Monterrey, donde está el MARCO (Museo de Arte Contemporáneo). Los espacios enormes siempre me han impactado. Por eso creo que me gusta tanto hacer obras grandes”.
Sobre su futuro, está abierto al cambio. “No sé si yo vaya a ser artista en diez años, porque en la vida todo son etapas. Ahora me voy a mover de Brooklyn a un lugar más tranquilo y apartado y quién sabe cómo va a cambiar mi vida. Si sigo haciendo arte, tal vez sea digital. Para mí lo importante es expresarme”. Y medio en serio, medio en broma, habla de abrir una taquería y mezclar arte y gastronomía. Como dice él, todo es posible para expresar lo que él quiere.
Sus trabajos se han exhibido ferias de arte como la Feria de Diseño Colectivo y la Sight Unseen Offsite en Nueva York, el Salone del Mobile en Milán, Art Genève en Suiza y Art Basel Miami, en el Museo de Brooklyn, la galería Mendes Wood DM, la galería Mike Weiss, el Museo Neuberger y la galería Rossana Orlandi en Milán. Hace tres años creó The Good Company, un proyecto para impulsar a jóvenes creadores.