Un reloj de complicación y sello de manufactura a un precio imposible de encontrar en el mercado. Estamos todos de acuerdo en que la progresión de Frédérique Constant ha sido uno de los acontecimientos relojeros más increíbles de las últimas décadas. Pero a nadie le sorprende ya. Cada paso estaba antes escrito, pensado, programado. Primero, la creación de la marca, después vino la notoriedad, las complicaciones, los primeros movimientos propios, las invenciones propias. Y ahora alcanzamos la cifra redonda de treinta años de existencia, aniversario que se ha celebrado con la presentación del Perpetual Calendar Tourbillon Manufacture, el más refinado mecanismo de Frédérique Constant hasta la fecha.
La historia de Frédérique Constant es de sobra conocida. El matrimonio Stas de origen holandés decide establecerse en Suiza para crear su propia firma relojera con el objetivo de convertirla en una plataforma de lujo accesible. El proyecto es desde sus inicios sumamente interesante por la ambición de estos emprendedores y la inteligente posición de partida que toman a la hora de enfrentarse a sus creaciones. De la primera de las características, la ambición, solo hace falta repasar la lista de metas alcanzadas en estos treinta años, comenzando por el establecimiento de una manufactura propia en 2004 en el prestigioso suburbio de Pan-les-Ouates en Ginebra, a muy escasos metros de las propiedades de otros gigantes como Patek Philippe, Rolex, Vacheron Constantin o Piaget. En cuanto a su posicionamiento, de Frédérique Constant destaca una aproximación clásica en la imagen de los relojes que responde a un criterio económico más que estético: un reloj clásico siempre será más fácil que adquirir que una apuesta contemporánea, además de correr menos riesgo de que pase de moda.
Y esta imagen funcional de la relojería también se traslada al apartado mecánico. La experimentación con las complicaciones es igual de pragmática: solo responde a la tradición el modo de identificarla, puesto que la realización se ciñe al proceso de estandarización necesario para que el reloj pueda más tarde ser vendido al precio originalmente pensado, y el cual es sin duda el gran atractivo de Frédérique Constant de cara a la competencia.
En este Perpetual Calendar Tourbillon Manufacture, en el cual se suman los resultados conseguidos hasta la fecha con la creación de su primer tourbillon (2008) y su posterior calendario perpetuo (2016). La presentación es brillante pero sencilla, sin los acabados artesanales que identifican a propuestas de mucho mayor presupuesto. Pero aquellas referencias no son la competencia de Frédérique Constant, que juega hoy en día en una liga cada vez más concurrida como es la de los tourbillones accesibles.
El Perpetual Calendar Tourbillon Manufacture sale a la calle en cuatro versiones diferentes. El mencionado pragmatismo de Frédérique Constant vuelve a hacer presencia en este apartado al abordar una solución no muy popular en la alta relojería moderna, pero de incuestionable brillantez práctica. A las dos versiones en acero del reloj (una con la carátula maciza y otra esqueletada), se une una tercera con la caja de acero con un recubrimiento de oro rosa; consiguiendo así un acabado más que aparente por un precio muy poco superior a la versión normal de acero. Estos tres modelos se han lanzado en edición limitada de 88 piezas para cada uno de ellos. Queda una cuarta en la que, por fin, la caja es de oro sólido. Y atentos porque es imposible encontrar en el mercado una combinación tan alta (caja de oro, tourbillon y calendario perpetuo) a un precio de 32,995 dólares. Toda una fórmula ganadora.