Anoche me dispuse a recuperar un ritual olvidado desde hace tiempo: coger una cerveza de la nevera y sentarme frente al televisor para ver a mi selección de futbol. Este fin de semana pasado han comenzado de manera simultánea la Eurocopa y la Copa América, por lo que este mismo gesto fue repetido por millones de personas a uno y otro lado del Atlántico. La pasión por el fútbol es tan grande en todos los rincones del planeta que abarca cualquier ámbito de la vida cotidiana, relojes incluidos. Pero ¿ha sido siempre así?
Más que a un matrimonio, la relación entre el fútbol y los relojes se parece más a un noviazgo recién iniciado: intensa pero fugaz. Aquí no existen los estrechos vínculos históricos que la relojería ha mantenido a lo largo del tiempo con otros deportes. Y hay una razón básica que explica esta falta de tradición. Si repasamos los casos del automovilismo o las competiciones olímpicas, vemos que la relojería ha tenido un importante protagonismo en el desarrollo de estas disciplinas. Su evolución se traducía en una constante exigencia en la mejora de unos mecanismos cada vez más complejos y precisos. Nada de esto ha pasado históricamente en el fútbol, el deporte más simple que hay: veintidós señores en pantalón corto pegando patadas a un balón y uno más controlando que el tiempo de juego no supere los 45 minutos.
La Alta Relojería ha despreciado el fútbol. Desde su atalaya elitista, lo consideraba un entretenimiento de las masas
Para mí esta es la gran razón del tradicional desapego que la relojería, pero aún hay más. También creo que la Alta Relojería tradicionalmente ha despreciado el fútbol. Desde su atalaya elitista, muchos de sus responsables han considerado este deporte como un mero entrenamiento de masas que no tenía nada ver con su exclusivo mundo. Será por esto por lo que durante décadas únicamente las firmas de bajo presupuesto se prestaban a colaborar con los grandes equipos de fútbol.
Cambio de perspectiva
Esta dinámica cambió a comienzos de este siglo. Poco a poco fueron surgiendo asociaciones de marcas prestigiosas como JeanRichard con la Juventus de Turin o Ebel con equipos como el Bayer de Munich o el Real Madrid. Aunque este panorama cambió radicalmente cuando Hublot entró en escena. No vamos a descubrir ahora la perspicacia de Jean-Claude Biver. Una vez más, este genio supo ver algo no tan claro para el resto de los directivos. Si el fútbol tenga millones de seguidores en todo el mundo, lo lógico es que en este inmenso grupo existan personas con el poder adquisitivo para comprarse el reloj que quieran. Además, Hublot ha encontrado en el fútbol un escaparate idóneo para apoyar su apuesta por los smartwatches y demostrar que, siglo y medio después de la invención del fútbol, los relojes pueden hacer algo más que medir los 45 minutos que dura cada tiempo del partido.
Y otra obviedad más. Los futbolistas ganan dinero, mucho dinero. Tanto que pueden permitirse cualquier reloj que se les antoje. Conocida es la afición por las piezas caras de jugadores como Karim Benzema, Neymar o el añorado Maradona. Aunque quien se lleva la palma es el siempre extravagante Cristiano Ronaldo, poseedor de una increíble colección que no para de mostrar en su cuenta de Instagram. Cada vez que enseña un reloj en una de sus frecuentes entradas es visto por los casi 300 millones de seguidores de su cuenta. Casi nada.
¿El fin del amor?
Relojes y fútbol viven una relación dulce en estos momentos, aunque quizás haya comenzado un poco tarde. Es aventurado decir que el fútbol ya no sea un espectáculo global, pero en los últimos tiempos están apareciendo algunos datos que vislumbran cierto declive. Las primeras cifras de la Eurocopa y Copa América indican una importante caída de las audiencias. La crisis de la Superliga europea muestra un conflicto de intereses entre los equipos y organismos. Por último, muchos operadores ya no muestran interés en pujar por los derechos televisivos de los partidos. Algunos expertos sugieren que el fútbol ha dejado de tener interés para las generaciones más jóvenes, poco acostumbrados a estar hora y media al frente de la pantalla para ver un único evento cuyo interés no está para nada garantizado. De hecho, el partido que vi ayer de mi selección acabó siendo un tremendo bodrio.
¿Supondrán estas señales el fin del momento dulce que vive la relojería con este deporte? Aún es pronto para confirmarlo. Aunque una cosa si que tenemos claro: mientras haya un jugador dispuesto a gastarte 100,000 dólares en un reloj, las marcas no deberían perder el fútbol de vista.