L’Epée 1839 es una firma que a lo largo de más 180 años de historia ha forjado una legión de seguidores. Su reputación literalmente tocó los cielos, cuando en 1976 fue elegido para decorar las cabinas del avión supersónico Concorde y para 1994 construyó el reloj de mesa más grande del mundo con 2.2 metros de altura. La empresa volaba a todo lo alto, sin embargo en 2009 la turbulencia llegó a su mostrador y tuvo un aterrizaje forzoso.
Quiebra a la vista.
En ese año su actual CEO Arnaud Nicolas, ayudó a un grupo de inversionistas a comprar a la entonces dueña de marca, la empresa Swiza. L’Epée 1839 tenía problemas financieros y era la última compañía que hacía relojes de mesa en Suiza. Su savoir-faire estaba en riesgo. Disminuyó su producción entre 1996 y el año 2000. Pasó de 600 trabajadores a 25. “No quiero 200 empleados, prefiero un círculo pequeño que resuelva los retos que se presenten. Mi objetivo es crecer en términos de negocio para volvernos más estables, pero no aumentar trabajadores” apunta .
Un nuevo enfoque hizo el milagro de la resurrección: más tecnología, más know how de diseño y nuevas complicaciones. Estrenaron modelos con más técnica y sentido del humor. Cuando tomaron la firma, la posicionaron en el segmento high end. “Regresarla de gama media a alta requirió mucha energía. Fue un error dejar que bajara”, dice Arnaud. Producen entre dos mil y tres mil relojes al año. No ha variado mucho desde 2009, pero sí ha cambiado el valor de los relojes: de 10 mil a medio millón de francos suizos. También son un éxito los productos personalizados bajo pedido: el 50 % de los ingresos.
La unión hace la fuerza
“Si algo es imposible, vamos a conseguirlo. Somos unos pioneros, queremos descubrir cosas, necesitamos retos porque mi equipo es muy bueno”, subraya Arnaud. La primera pieza que hicieron con MB&F [Starfleet Machine] se presentó en 2014 por el 175 aniversario de L’Epée, pero el trabajo empezó en 2011. La idea es hacer igual con otros diseñadores y marcas, como el reloj de pared que hicieron con Fiona Krüger Timepieces. Para que la alianza funcione, el diseño debe tener el ADN de L’Epée: ser asombroso, mecánico, de alta gama y admitir un toque de humor.
Futuro prometedor
El área de investigación y desarrollo es esencial. Hay cinco personas dedicadas solo a crear movimientos. La línea Creative Art crece rápido y despierta mayor interés que la técnica y la histórica. “Ahí está nuestro futuro”, dice el CEO. “Queremos mantener nuestra filosofía de colaboraciones, tener una distribución selectiva y crear piezas inusuales”. En esta estrategia México cuenta mucho. “Es el tercer mercado para la marca”, asegura Arnaud. Para el país ha lanzado tres series limitadas. México es un país de clockmaníacos.