Son 29 Juegos Olímpicos ya desde Los Ángeles en 1932. Tokio 2020, aunque se retrasó al 2021, tendrá lugar del 23 de julio al 8 de agosto. Treinta y tres competiciones deportivas. Y unas 5,000 medallas como recompensa —olímpicas y paralímpicas—. Y Omega es el eterno cromonetrador oficial de los Juegos Olímpicos. Citius, altius, fortius —más rápido, más alto, más fuerte— en la era de la contaminación abrumadora del planeta, la comida chatarra y una pandemia que nos recordó nuestra condición mortal de forma triste. Y aquí volvemos al escenario donde se registran los récords que rompen los límites de la condición física.
“El deseo de ganar está alimentado muy a menudo por algo diferente a la ambición de una distinción honorable. Si no queremos que el deporte degenere y muera una vez más, hay que purificarlo”, afirmaba De Coubertin, el padre de los modernos Juegos Olímpicos. Con ese espíritu piadoso nacía esta competición mundial en 1894. Y el esfuerzo físico, en última instancia, es otro camino rápido al Olimpo del reconocimiento y el mérito. Omega, como la última letra del abecedario griego, simboliza la perfección y el logro. Y una competencia deportiva con inspiración en los juegos de orden militar que nacieron en la Antigua Grecia igualmente.
La evolución del cronometraje
Espíritu griego
Louis Brandt forjó un sello preciso en 1848 en su pequeño atelier de La Chaux-de-Fonds. Y 84 años más tarde, en 1932, Omega se convirtió en el cronometrador oficial de los primero juegos olímpicos en Los Ángeles. En 1952, Omega, recibió la Cruz al Mérito Olímpico durante los juegos de Helsinki por su contribución con el evento. La casa relojera ha aportado dentro del campo del cronometraje permanentes innovaciones. Y ha ayudando a los atletas y jueces a crear competiciones más justas. La tecnología permitió inmortalizar las hazañas. Sin la medición exacta, no habría récords olímpicos.
En Los Ángeles, se utilizaron 30 cronógrafos ratrapantes (desarrollados entonces por Lémania) para todas las pruebas. Más tarde en Seúl, en 1988, ya se sumarían 100 técnicos, 60 toneladas de material y 400 kilómetros de cable que se emplearon para el cronometraje. La evolución ha sido incesante. En el 2012, en Londres, se instalaron 450 cronógrafos que 850 voluntarios operaron —y un total de 420 toneladas de material—. Y Omega crearía la supercomputadora Quantum como corazón de toda la operación, la cual mide el tiempo a casi una millonésima de segundo. Cada segundo cuenta.
La firma cuenta con un departamento con su propio CEO al frente para el desarrollo de instrumentos de última tecnología. Un compromiso certero con los Juegos Olímpicos. De este modo, desarrolla herramientas ad hoc para cada nuevo deporte. En Tokio 2020, el ejemplo son los “touch pad” para medir la velocidad de la escalada, que se convierte en disciplina olímpica por primera vez.
Omega Tokio 2020
Tres relojes —ediciones exclusivas— presenta la firma para los Juegos Olímpicos que tienen lugar en Japón.
La celebración de Tokio 2020 ha sido muy cuestionada por la propia sociedad japonesa debido a la actual situación sanitaria provocada por la COVID-19. La capital japonesa vive en estado de alerta con sus calles vacías. Toyota, uno de los principales patrocinadores, ha retirado su apoyo. Y en la Villa Olímpica ya se registraron varios positivo por contagio de COVID-19. Sin embargo, los estrictos protocolos y la impecable organización permitirán la celebración de todas las competiciones deportivas.
Y aunque la gran fiesta mundial del deporte se celebrará sin asistencia de público, la llama olímpica sigue viva. Citius, altius, fortius. El deporte es el mejor ejemplo de la resistencia humana contra la adversidad. Ante la imposibilidad de asistir a los eventos, los medios y las propias redes sociales de los deportistas pueden convertirse en la mejor ventana para contagiarse con este espíritu olímpico. “La esperanza ilumina nuestro camino” es el lema. Un año más tarde de lo previsto, la ceremonia inaugural tendrá el lugar el 23 de julio.