Para empezar, Defy es un reloj con historia. Comienza en 1902 como designación de una serie de relojes de bolsillo caracterizados por la robustez de su construcción. Aquel origen dio paso a la creación en 1969 de Defy, un reloj de forma octogonal (curioso y familiar número, ¿no?) de gran resistencia, equipado con un sistema de absorción de choques vanguardista para su época. El modelo fue comercializado con la referencia A3642. ¿Les gustaría tener aquella joya vintage? No se preocupe: Zenith la ha lanzado en edición limitada como aperitivo a este Defy Skyline.
El lanzamiento casi simultáneo del nuevo A3642 y el Defy Skyline nos ayuda a averiguar qué tienen en común y en qué se diferencian aquel ya mítico modelo y su versión contemporánea. Por supuesto, las líneas maestras del reloj se mantienen intactas. La forma poligonal sigue estando presente como mejor modo de afianzar la personalidad del reloj. Eso sí, el número de lados ha pasado de ocho a doce. Este cambio puede que se deba a una razón estética (el tamaño de la caja es bastante más grande que el A3642 original, de apenas 37 milímetros).
Pero hay un gran rasgo que diferencia al nuevo Defy Skyline del inspirador A3642. Mientras este último reloj responde al siempre febril, pero minoritario, mundo del coleccionismo vintage, el Defy Skyline ha sido concebido para ser un superventas dentro del catálogo de Zenith. Y cuenta con todos los medios para conseguirlo.
Recordemos que la última encarnación de la familia Defy nació en 2017, el mismo año de la llegada de Tornare a la dirección de la firma. Defy fue rescatada como una plataforma para desarrollar nuevas tecnologías, ya fueran en mecanismos o materiales. Pero pronto Defy demostró ser mucho más que un experimento de laboratorio. Un año más tarde comenzaba la fiebre por los modelos de brazalete integrado y el Zenith Defy cumplía con todos los requisitos para ser un reloj a la última. Elegante, versátil y con un diseño muy bien estructurado, Zenith había conseguido lanzar producto exactamente igual a lo que pedía el mercado en ese momento. Es decir, Defy era por fin un reloj relevante.
Un cronógrafo que no lo parece
Zenith es famosa por El Primero, un calibre lanzado en 1969 y comercializado en su momento como el primer cronógrafo automático del mundo.Toda la legitimidad y prestigio de la manufactura se basa en este mecanismo. A partir de él, Zenith ha construido y reconstruido su catálogo multitud de veces. Obviamente, el protagonismo se lo llevan los cronógrafos. Eso no quita para que la firma haya experimentado la disposición de tres agujas con este mecanismo. La última de ellas es corresponde a este Defy Skyline.
El reloj equipa un calibre 3620, una versión de El Primero 3600 estrenada el pasado año con motivo del lanzamiento del Chronomaster Sport. Si los lectores recordarán, este reloj destacaba por su segundero del cronógrafo. La aguja completaba a la carátula cada 10 segundos, en lugar de los 60 habituales. Con la misma idea de funcionamiento, el Zenith Defy Skyline dispone de un contador de segundos con, atención aficionados, una frecuencia de giro de 10 segundos por vuelta.
Es una idea brillante. Todas las marcas quieren que sus relojes se diferencien de la competencia. No siempre se consigue. Sí ocurre en el caso del Defy Skyline. Lo consigue por diseño, pero también con este pequeño complemento que señala al espectador la exclusividad de su mecanismo. Partiendo del antiguo eslogan publicitario, podríamos decir aquello de “hay muchos mecanismos relojeros en el mercado, pero no son El Primero”. Y aquí está el contador del Defy Skyline para recordárnoslo.
Descrito en pocas palabras, el Defy Skyline es un reloj con caja de acero y bisel de forma, con un diseño de más de 50 años, aderezado con un brazalete integrado.