Laurent Ferrier cambia y nunca cambia. Y hablo del maestro relojero —la auténtica marca es él—. “Creativamente clásico”, dice su eslogan más reconocido. Y, así, como mago de la chistera, saca un reloj sin que nadie lo espere. Grand Sport Tourbillon, nuevo producto bajo el elevado decálogo de la pureza de Ginebra. Es una pieza que nace en el punto medio de dos antecedentes excepcionales. Este nuevo Grand Sport Tourbillon emerge entre el Galet Classic (Best Men´s Watch en el Grand Prix d’Horlogerie de Genève 2010) y el Galet Square (Horological Revelation Prize en GPHG 2015). Equilibrio perfecto.
Laurent Ferrier presentó su “primer” reloj a los 60 años junto a su hijo Christian, la cuarta generación de una familia de maestros relojeros. Y en el “corto” trayecto de su sello, ahora comienza una nueva etapa tras la salida de Vanessa Monestel como CEO y la llegada de François Servanin. Durante la década de 1970, Laurent Ferrier a menudo tomaba el volante de un coche de carreras. Compitió en las 24 Horas de Le Mans siete veces —logró una victoria en 1977 en la categoría de prototipo de dos litros—. Laurent compitió en Le Mans de nuevo en 1979 y subió al podio en tercer lugar junto a su compañero de carrera, François Servanin. Por cierto, Paul Newman quedó segundo en aquella ocasión.
Y ahí nace este nuevo Grand Sport Tourbillon. El mago con su vieja chistera. Un pieza sport-elegant en acero, un segmento que comienza a despertar gran competencia en el mercado relojero. Por primera vez, Laurent Ferrier presenta un brazalete integrado. Pero, como eminente maestro relojero, el código secreto lo entiende perfectamente. Los Nautilus en acero de Patek usan agujas de oro. Rolex, el rey del reloj sport, fabrica también sus manecillas en oro para las piezas Oystersteel. A. Lange & Söhne lanza Odiseo, su primer sport-elegant en acero, también con manecillas de oro. Material noble que no se corroe en una de las partes o componentes más delicados de la pieza, la que justamente indica el paso del tiempo.
Grand Sport Tourbillon presenta un movimiento de cuerda manual que late a 21,600 alt/h con 80 horas de reserva de marcha —tourbillon y doble volante—. Es una pieza en 44 mm muy compacta y de perfiles muy definidos. La caja presenta acabados circulares satinados y el bisel, en forma de cojín, cuenta en sus flancos acabados pulidos en espejo. La parte central del diseño es forma de barril, la forma que predomina en los otros relojes de Laurent Ferrier. Conjunción de formas muy armoniosa.
La elegancia connatural de la firma viste ahora el color azul opalino con efecto degradado desde el centro hasta el negro de la parte periférica. Agujas centrales de horas y minutos y un pequeño segundero a las 6 horas. Una disposición sencilla que aporta perfecta legibilidad. El fondo transparente de zafiro sí exhibe el tourbillon, así como la decoración del calibre con los puentes horizontales satinados con tratamiento de rutenio. La parte posterior de la caja de zafiro está asegurada con pernos similares a los utilizados en el automovilismo. El movimiento presenta un sistema de trinquete que asegura la carga manual. El sentido el tacto al que apela Laurent Ferrier de la misma forma que manejaba su Porsche 935T. Y el sentido del tiempo a través de las yemas de los dedos. Grand Sport Tourbillon es una edición numerada de 12 piezas.