Aún no podemos viajar al 100, es cierto. Pero en Tiempo de Relojes nos las ingeniamos. A veces a través de la pantalla en eventos virtuales que nos llevan a los valles suizos; otras recorriendo distancias que son cortas solo en apariencia. Un ejemplo, nuestra visita más reciente a LUR, la terraza de Grupo Biko del chef Mikel Alonso en avenida Masaryk. La invitación la hicieron Familia Torres y su espléndida colección de vinos. Y atendimos a la cita con un reloj que, como ellos, marida con todo: un Aikon de Maurice Lacroix.
El viaje fue planeado a la perfección. Cinco botellas, cada una representando a una región vinícola de España. De Albariño a Costers del Segre pasando por Rioja, Ribera del Duero, y Priorat. Todo eso lo pudimos experimentar a través de los aromas de cada vino de Familia Torres y, la razón por la que Aikon de Maurice Lacroix fue el acompañante perfecto para esta travesía sensorial, es su adaptabilidad. Y es que, pese a que nos encanta con su look súper deportivo con correa de caucho, para asistir a un maridaje presentado por Mikel Alonso aprovechamos su sistema de cambio rápido de correa para colocarle su brazalete de acero inoxidable. Un estilo sport-elegant perfecto para una ocasión relajada a la smart casual.
El viaje de los vinos de Familia Torres con el Aikon de Maurice Lacroix
La primera parada fue Albariño. Ahí, en la terraza de LUR, pero como si estuviéramos en el viñedo, probamos Pazo das Bruxas, un vino blanco limpio y brillante con aromas a manzana, durazno, lima, toronja e hinojo. Lo combinamos con un crujiente de tartar de tomate riñón con salmón encurtido en cítricos y con un gratín de cangrejo a la jarocha. Porque, aunque aquí predomina la cocina tradicional española, los toques mexicanos son inevitables.
Para la segunda parada el chef nos equipó con croquetas de jamón ibérico y una marquesita de queso estilo Yucatán con robalo ahumado al pirul. Y es que llega a la mesa el primer tinto de este viaje. Un vino color cereza oscuro con sabores frutales llamado Las Pisadas que, pese a su dulzura, contiene en él la fuerza del suelo riojano. Un sabor que nos prepara para ir a Ribera del Duero, donde de pronto parece que estamos. Ahí probamos Celeste, un vino intenso y aterciopelado que tiene notas de especias, vainilla, moka, pimienta negra, cocoa y frutas maduras de moras rojas y negras como higo, ciruela, cereza y zarzamora. Sus sensaciones de madera ahumada van perfectas con un bocado sorprendente: buñuelo de short rib estofado con polvo de café de olla y una mini empanada de chamorro braseado con mole de Atocpan.
Cerca del fin del viaje
El recorrido por España se acerca el final Los toques mexicanos en el menú de alimentos nos recuerdan que no hemos dejado México. Que, de hecho, ni siquiera hemos salido de la ciudad. Sin embargo, hemos viajado. Y, además, estamos por probar las dos últimas etiquetas de este itinerario. El azul de la carátula de nuestro Aikon de Maurice Lacroix contrasta con el potente rojo de los vinos de Familia Torres. Y se ha mostrado perfecto durante toda la experiencia. Es un reloj cómodo, que queda con todo y cuya relación calidad-precio es inmejorable. Por cerca de tres mil dólares, ofrece, bajo el sello swiss made, la resistencia del acero en caja de 44 mm y brazalete —más una correa extra de caucho— y soporta hasta 20 metros bajo el agua. Además, el Aikon Automatic Chronograph con movimiento automático ML112 muestra en su carátula con cepillado soleil a cuadros, anillos pulidos y contadores acaracolados, las horas y minutos en el centro más segundero pequeño a las 9 y contador de cronógrafo de 30 minutos a las 12 y de 12 horas a las 3, además de día y fecha a las 3 horas.
Sabores memorables
Pero, regresando a los vinos. Nuestras últimas dos escalas están cerca. La primera, Priorat, representada con Salmos. Un vino espectacular. De color violeta intenso es sedoso en el paladar. Sus aromas son minerales combinados con maderas finas y resinas, regaliz, vainilla, tostados, especias e higos y ciruelas. Se trata de una bebida con carácter que Mikel Alonso combina con un pastelito de hongos con ternera estofada y arándanos con crema de zanahoria e hinojo y con un curioso y sorprendente pambazo de chorizo negro con quelites.
Con esto nos acercamos a un vino igualmente potente, Purgatori, proveniente de Costers del Segre. Su intensidad y su delicado tanino exige una gran proteína como acompañante así que lo probamos con una minihamburguesa de Wagyu con mostaza de frutos rojos y cremoso de manchego y con una brocheta de rib-eye al pastor con piña asada y cilantro. De color cereza oscuro, es el vino que decidimos que hay que repetir antes del postre. Por supuesto también parte del portafolio de Familia Torres. Un Torres 20, dulce y acaramelado para el que el chef ha preparado un brownie que, poco a poco, nos va regresando a la normalidad. Hemos tenido un gran viaje. El calor del brandy nos abandona y, solo entonces, aterrizamos.