Y la red militar secreta usada por científicos pasó a ser la ‘world wide web’. Fue el comienzo silencioso del Big Data en el nacimiento del ágora mundial interconectada bajo un perfecto panóptico que permitía observar a los habitantes que incursionaban en las nuevas cavernas tecnológicas. La aceleración de las comunicaciones rompía su última frontera en agosto de 1991 para todos los mortales. Cuando el físico británico Tim Berners-Lee inventó la World Wide Web como herramienta de trabajo para el cern tres años antes, no pensó que su protocolo permitiría el uso y expansión de internet exponencial e infinitamente hasta el común de los mortales con un celular en la mano. Desde entonces, llevamos viajando 30 años por paralelas y veloces ondas encriptadas y nuestro ego-tour se metamorfosea como insecto biónico de Kafka en un algoritmo de bytes. Tráfico de almas en línea.
Y un Casio BP-400 revolucionario, lanzado en 1991, ya podía monitorear el pulso y la presión sanguínea
30 años de la World Wide Web
Y ahora que se debate sobre la legalidad de las “cookies a terceros” y el dulce sabor del control de la información personal, nadie soñó que aquella red militar conocida como arpa que nacía en plena Guerra Fría se transformara, con el devenir del tiempo, de un programa de desarrollo de satélites espaciales a la actual batalla por el comercio electrónico con cientos de miles de usuarios de redes sociales. El mercado más caliente que no deja de recordar el viejo lema “alto riesgo, alta recompensa” de aquella agencia militar comandada políticamente por el vendedor de jabones Neil McElroy, al que Eisenhower se llevó a la Casa Blanca para ser nombrado Secretario de Defensa.
El futuro ya era Casio
El propio Tim Berners-Lee presentaba el navegador para Internet el 26 de enero de 1991. Y un Casio BP-400 revolucionario, lanzado aquel mismo año, ya podía monitorear el pulso y la presión sanguínea de todos y cada una de aquellas audaces sombras virtuales que incursionaban en el desbocado torrente de vida más allá de las fronteras de su propio cuerpo y los circunstanciales límites físicos que comenzaban a perderse online. Desde entonces, democráticamente no hemos parado de surcar los procelosos mares de esta red descentralizada de alcance global que te puede acercar a lo más lejano y alejarte de lo más cercano.
Tráfico incesante de almas que sondean la inmanente trascendencia desde un teclado. Y a golpe de clic con el único “ratón” que toleramos en nuestro hogar, la evolución última de la red nos lleva a satisfacer el impulso voraz de compra fácilmente sin salir de casa. Confinados al home-office, Internet se parece cada día más a un mall imponente donde los mercaderes, iluminados por el marketing digital, identifican entre la multitud a un cliente tras la pantalla de cada computadora. Somos homo digitalis y avatares con cartera cuya voluntad de poder maneja astutamente la tarjeta de crédito a distancia. Ahora, en el espacio monacal que hemos convertido nuestras viviendas, el dilema es saber si podremos comprar los más altos placeres que concede el tiempo y la ansiada libertad. ¿Lograrán los barbilampiños gurús de la nueva mecatrónica traducir en código “html” estos deseos maquiavélicos?
Casio G-Shock “Oak” es una herramienta deportiva de choque con códigos valorados como el bisel octogonal y un brazalete completamente integrado en la caja. El Casio G-Shock Carbon Core Guard cuenta con hora analógica y digital, lo mejor de los dos mundos. ¡Y hora universal con 31 zonas horarias! Casio G-Shock “Oak” para esos nuevos seres ubicuos universales. Tráfico de almas en internet.