Pocos nombres suenan más ingleses que John Arnold, pero estamos hablando de una firma suiza. Sin embargo, la casa de La Chaux-de-Fonds ha sabido captar perfectamente el espíritu del famoso relojero británico en una serie de piezas cuyo atractivo sigue en aumento según vamos conociendo más novedades cada año. Arnold & Son ha tomado como base de trabajo los cronómetros marinos que hicieron famoso al creador que da nombre a la marca para desarrollar ingenios con una fuerte personalidad tanto estética como técnica.
Las piezas son originales, fácilmente distinguibles, tienen además un marcado carácter marino y aportan unas soluciones técnicas tan originales como atractivas. La más relevante de sus aportaciones es el segundo muerto, también conocido como segundos saltantes. Este tipo de complicación era utilizada en los antiguos cronómetros marinos al permitir un ajuste más exacto a partir del segundero. El TB88 es una de las referencias más conocidas de Arnold & Son en equiparla y ha servido de base para la realización de este Constant Force Tourbillon. La diferencia está en el salto técnico que representa este último.
Todos los elementos del Constant Force Tourbillon están concebidos para lograr el mejor rendimiento posible del mecanismo con independencia de la posición o nivel de la marcha. El primer paso para conseguir este rendimiento lo aportan los dos barriletes visibles en la parte superior de la carátula. Funcionan de manera secuencial: un barrilete se encarga de aportar la energía al tren de rodaje del movimiento y el segundo entra en funcionamiento cuando percibe que el par del primero no asegura la energía suficiente. El dispositivo está conectado con el tourbillon, el cual garantiza una correcta marcha con independencia de la posición en la que se encuentre el reloj.
La originalidad del Constant Force Tourbillon es que entre el dispositivo de barriletes y el tourbillon encontramos un mecanismo de fuerza constante patentado por Arnold & Son. Como ocurre en estos sistemas, su función consiste en distribuir la energía de modo constante al escape, tarea que consigue por medio de un pequeño resorte que transforma la fuerza constante en pequeños impulsos cada segundo. Esta frecuencia permite a su vez que el dispositivo de fuerza constante funcione como segundero, tal como lo vemos en el contador que aparece a las 7 horas.
Pero también hay que destacar el modo en el que todas estas maravillas técnicas quedan expuestas al espectador. Carente de carátula, los elementos aparecen en el frontal del reloj para disfrute de la vista; mucho más si pensamos que todos ellos son de tipo móvil. La caja de oro rosa crea un acertado contraste con el acabado NAC gris antracita de las superficies del movimiento, color que se mantienen en el realce con la escala de minutos. La escasez de su producción (sólo 28 piezas para todo el mundo) es el último de los atractivos de esta fastuosa creación. (Por Andrés Moreno)