El pueblo que no habla de los osos

Los tlingit saben que hay un modo ético para utilizar pieles; fuimos de viaje a Yukón con un Jaeger-LeCoultre a conocer su historia.

En medio de la polémica y la satanización del uso de pieles, los tlingit defienden sus tradiciones y demuestran que existe un modo ético y sustentable para su utilización. ¿Es posible poner tregua a los prejuicios al escuchar sus argumentos? Fuimos de viaje a Yukón con un Jaeger-LeCoultre, un Classic Large Duoface Small Seconds, para entender esta conversación.

El zorro rojo es común en Yukon.

“Cuando veo pasar un zorro por la calle pienso ‘ahí va un sombrero precioso’”, dice con una sonrisa la abuela Susie. A continuación hace una brevísima pausa para observar las reacciones de la audiencia. Los yukoneses ríen mientras los fuereños asistentes al show en el centro cultural Kwanlin Dün quedamos estupefactos. Imposible decir algo así en capitales de la moda como París, Milán o Nueva York sin ser tachado de insensible. O sin recibir cuando menos un par de fuertes amenazas de grupos protectores de los derechos de los animales. Pero la comediante tlingit Sharon Shorty lo dice sin tapujos cuando, por medio de su personaje “Granma Susie”, narra con humor las historias y las tradiciones de su pueblo — una tribu amerindia cuyo nombre significa “pueblo”—, entre las que destaca el polémico uso de pieles.

Una majestuosa oveja de piedra en la Yukon Wildlife Preserve.

Entre broma y broma, Shorty va dejando clara una cosa: lo ofensivo que es lanzar un prejuicio desarrollado en un contexto ajeno. Es decir, vaya que es fácil, para cualquiera, deducir que pensar que un zorro hará un buen sombrero es un sinónimo de crueldad. Pero ¿es eso válido cuando hay un antecedente de siglos de una relación estrecha y cuidadosa con la naturaleza? ¿se creería lo mismo cuando se vive en inviernos boreales que alcanzan los -45 grados Celsius? Ante tales circunstancias no hay culpa ni reproche si se cambia de opinión.

El grupo de danza Tlingit Dakhka Khwaan durante una presentación en el centro Kwanlin Dun.
Viaje a Yukón con Jaeger-LeCoultre: En busca de otra perspectiva

Llego a la mitad del invierno en Yukón. ¿El clima? -35 grados con una sensación térmica que baja 5 más. La nieve casi alcanza mis rodillas. Tengo una vestimenta que se ha vuelto una coraza para quitar y poner dependiendo de la fuerza de los calefactores de cada lugar al que entro en Whitehorse. Es la capital del territorio de Yukón, ubicado en el noreste de Canadá y a unos pocos kilómetros del Círculo Polar Ártico. Cuando logro despojarme de toda esa ropa a la que ningún latino está acostumbrado, consigo liberar mi muñeca. Llevo un Reverso, acaso el modelo más icónico de Jaeger-LeCoultre, perfecto compañero de viaje para un destino como Yukón.

Es un Classic Large Duoface Small Seconds y lo he elegido como acompañante de viaje por más de una razón. En primer lugar me permite ver en cada una de sus carátulas un horario distinto, por lo que puedo consultar la hora de Yukón y la de la Ciudad de México con facilidad. Un segundo punto fuerte es su elegancia atemporal, y el hecho de que la forma de su caja se ajusta de manera perfecta a la muñeca. Además, es un reloj ligero y el cierre de la correa es fácil de abrir y cerrar, algo que se agradece ante tantas revisiones en aeropuertos.

Classic Large Duoface Small Seconds de Jaeger-LeCoultre con un brazalete de Vanessa Ægirsdóttir.

Pero acaso la característica que lo convirtió en el travel mate ideal es su correa de cuero cordobán, hecha en Argentina por la famosa Casa Fagliano. Y en este viaje, en el que busco comprender otra perspectiva sobre el uso de pieles, es un factor clave para analizar las posibilidades éticas y sustentables que tiene esta práctica que, ahora bastante criticada, data de los inicios de la humanidad.

Definir lo que es respetuoso y lo que no

He visto un brazalete precioso, como diría la abuela Susie, hecho con magnífico pelaje de castor. Su suavidad al tacto es espectacular. Pero hay otro que me convence más, uno de zorro gris, que por su ancho fino combina a la perfección con el Reverso. Ha sido difícil elegir. Hay decenas de aretes, pulseras, anillos y collares minimalistas, casi todos de cobre, acompañados por pieles de los animales ya mencionados además de otros como el lobezno, el lince, la marta y el lobo. Para muchas personas, la pequeña boutique de la artista y diseñadora de joyas Vanessa Ægirsdóttir puede provocar un shock cultural, mismo al que ella está tan acostumbrada que goza de una paciencia ejemplar para contar la historia de sus creaciones. “Lo que hacemos es muy normal aquí en Yukón, de modo que olvidamos que la gente de otros lados puede verlo distinto”, explica.

George y Vanessa el día de su boda. Foto: aegirsdottir.com

Ægirsdóttir tiene más de 20 años de experiencia trabajando con textiles, pero desde 2018 comenzó a desarrollar sus colecciones de joyería con pelaje de animales salvajes. Trabaja en colaboración con su esposo George Bahm, un hombre del clan Cuervo de los tlingit cuya familia, originaria de la comunidad de Teslin —también en Yukón— se ha dedicado por décadas a la recolección y a la cacería. “Es difícil para nosotros contrarrestar las opiniones que hay sobre el uso de pieles, definir lo que para algunos sea respetuoso o no”, dice con su voz que es cálida y calma, de volumen bajo.

“Para nosotros, por ejemplo, es importante no generar más que el mínimo de huella de carbono posible. No cazamos animales jóvenes y conocemos sus ciclos vitales para no afectar el equilibro del ecosistema, somos muy cuidadosos cuando colocamos nuestras trampas, seguimos los consejos de nuestros ancianos que saben tanto de la naturaleza. Para nosotros, lo que nos ofrecen los animales es un regalo divino y, por lo tanto, pescamos y cazamos con humildad y agradecimiento”.

“Es difícil que la crítica provenga de una industria como la de la moda”

George es parte del consejo directivo de la Asociación de Turismo y Culturas Indígenas de Yukón. Es piloto aviador y un cazador comedido propietario de Wild Yukon Furs, uno de los proveedores de Vanessa, quien recurre también a otros cazadores, siempre y cuando sean miembros de las comunidades indígenas de los alrededores. Trabaja con ahínco para preservar el estilo de vida de su pueblo y no duda en expresar sus inquietudes respecto al debate que puede surgir sobre la relación que tienen los tlingit —y más pueblos de la región— con la naturaleza.

“Respetamos a la gente que no está de acuerdo con el uso de pieles, pero es difícil para nosotros que esta crítica provenga de una industria como la de la moda, donde se han utilizado tantos plásticos y materiales contaminantes que tardarán siglos en biodegradarse. Si vieran lo que nosotros vemos en nuestro día a día estando tan cerca de los glaciares, no usarían esos materiales que, de hecho, afectan a los animales de otros modos”.

Cabaña típica de Yukón en el campamento Kwäday Dän Kenji, administrado por la cultura Tutchone.

Bahm hace un desglose sobre los efectos del uso de materiales sintéticos, colaboradores importantes del cambio climático. “Debido al calentamiento global mueren especies que son alimentos de otras, y el resultado son animales desnutridos que perecen jóvenes. Hay muchas aristas que ver, muchas cosas que debemos aprender antes de decidir qué es cruel o inaceptable. Cuando nuestro estilo de vida no sea saludable para la naturaleza, lo dejaremos; mientras tanto, por siglos hemos tenido aguas limpias donde habitan los salmones, montañas donde hay linces y zorros corriendo por ahí. Nuestra gente ha sabido desde todos esos años como cuidar, administrar, agradecer y honrar lo que recibe de la naturaleza. Siempre la resguardamos, y así lo seguiremos haciendo”. 

Vista general de Carcross, comunidad Tagish.
Humildad y agradecimiento

Las piezas de Vanessa refrescan la vista con su estética glam & wild. Son apenas unos detalles. No hay abuso ni exceso en el uso de las pieles. Tampoco hay, por si hubiera que dejarlo claro, ningún tipo de apropiación cultural. “Pese a mi cercanía con la cultura tlingit, mis diseños no imitan ni copian los accesorios que utiliza la comunidad. Los honro y los respeto, y utilizo las mismas pieles que ellos, pero de una forma distinta. Uso también el cobre, porque para ellos simboliza la buena fortuna, pero jamás hago algo similar a lo suyo. No obstante, hay clientes que me lo piden. Cuando eso pasa, pese a que técnicamente yo podría hacerlo, les ofrezco un listado de artesanos tlingit”.

Una de las sugerencias más importantes que Vanessa hace a quienes buscan zapatos, gorros, guantes u otros accesorios de diseño indígena, es que busquen primero a los productores de edad más avanzada. Ellos son los más experimentados y respetados.

Ciencia, actualidad y sabiduría ancestral

Claro lo anterior, el trabajo creativo es la parte más fluida de proceso cotidiano de Ægirsdóttir. Pero antes de eso, ella y George tienen pasan día enteros en una cabaña lejos de la ciudad, donde se encuentran los terrenos designados para la caza. Ahí, él coloca y revisa las trampas y ella las organiza y conserva. Eso hasta que ella también obtenga su licencia de cazadora, para lo cual se encuentra en entrenamiento.

Yukón es uno de los mejores lugares del mundo para observar auroras boreales.

Utilizan los animales completos, en la medida de lo posible. El lince, la marta y el castor son comestibles. Algunas partes del lobo también, aunque advierten que hay que tener un cuidado especial, ya que a veces tienen parásitos que resultan muy dañinos. Todo lo que no se ocupa para vestir o alimentar, es devuelto a la tierra; una pequeña ceremonia para agradecer lo que fue otorgado por el animal en cuestión. Muchas veces colaboran también con biólogos que estudian a los linces y a los lobeznos y han llegado a un acuerdo en el que los científicos les comparten sus conocimientos y descubrimientos y, tras finalizar los estudios, devuelven los restos de los animales para que los tlingit puedan sepultarlos.

Otra alianza la tienen con el gobierno. Ayudan a contener a algunos depredadores cuando la población aumenta de manera desmedida, algo que ocurre con los lobos y que, en contadas ocasiones, puede llegar a suceder con los osos de la región. Al explicar lo anterior, George baja aún más la voz. “Ahora los osos están hibernando y no pueden escucharnos, así que podemos hablar de ellos. Pero en cuanto termina el invierno y despiertan, es imposible que lo hagamos. Los osos tienen un espíritu muy poderoso… Somos tan parecidos a ellos… son tan parecidos a nosotros…”.

Del norte al sur: por qué Jaeger-LeCoultre es la compañía ideal en un viaje a Yukón

Mientras esto sucede en el hemisferio norte del continente, en el extremo opuesto, en Hurlingham, Argentina, la familia Fagliano trabaja, desde 1892, con cuero de la más alta calidad. Calfskin, cordobán y búfalo. Hacen botas para polo —su especialidad—, pero también las elegantes correas con las que, desde 2011, Jaeger-LeCoultre acompaña a los modelos de la colección Reverso Tribute Duo. La materia prima la obtienen de diversos proveedores de todo el mundo y de mismo Argentina. Por ejemplo, las suelas de sus botas las compran en Chivilcoy, una ciudad al oeste de la provincia de Buenos Aires, y a veces tienen que esperar semanas ante la promesa de un material excelente que está por llegar.

Un reloj de lujo y una cena ídem: la excelente selección de ostras de Wayfarer Oyster House.

Un material “excelente” exige un trato ético e hipercuidadoso de los animales, característica que explica que las casa mantenga alianzas con algunos surtidores desde hace más de un siglo. Por lo demás, Casa Fagliano suele solo producir solo 90 pares de botas al año. Esto porque se trata de un trabajo artesanal exclusivo que respeta su tiempo y que honra al origen vivo de su materia prima. Así que no participan nunca de la fabricación masiva que tanto daña al medio ambiente. 

Viaje inmersivo a Yukón con Jaeger-LeCoultre: Conclusiones

Volvamos al norte. Miro con cierta incredulidad mi brazo izquierdo. En mi muñeca convergen, en este instante preciso, logros técnicos y estéticos de dos continentes. La maquinaria europea y la joyería, peletería y marroquinería americana. Y, además, dos puntos cardinales que, pese a la larga distancia que los separa, pese a sus tremendamente distintas cosmovisiones y estilos de vida, se unen en los valores del lujo de la nueva era: tradición, sustentabilidad, ética y un inspirador anhelo de mantener en equilibrio todos los recursos que, literal y figuradamente, nos alimentan. 

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Lee este texto en Tiempo de Relojes 115.

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