Hay algo táctil y genuino en las piezas con las que trabajo en mi taller. Al final del día, tengo un objeto concreto que he hecho o restaurado y, al mismo tiempo, he enviado una fotografía de ese objeto al éter, donde no ocupa ningún lugar sólido en el espacio”. Quien nos aporta tan gráfica imagen de su trabajo es Brittany Nicole Cox, la relojera y restauradora estadounidense que ha logrado hacerse con un meritorio hueco en el segmento de la relojería de autor manteniéndose fiel a las técnicas tradicionales.
Brittany siempre ha querido ser relojera, según ella misma declara y nos demuestra con un impresionante currículo laboral y académico que llega a nuestros días con la creación del taller Memoria Technica en Seattle (Estados Unidos). De allí salen esas imágenes, que nuestra entrevistada imagina flotando en el espacio, y que explican tan bien la gran repercusión que ha tenido su cuenta de Instagram (@nicocurio, 11,100 seguidores) entre los aficionados más puristas.
El arte del guilloché
El nombre de Brittany Nicole Cox ha salido recientemente de estos restringidos círculos gracias a su colaboración con Ludovic Ballouard. Juntos firmaron la pieza Upside Down Blue Feather, uno de los 62 lotes preparados para la edición 2023 de Only Watch y que finalmente no pudo realizarse, con gran controversia entre las firmas y aficionados. Brittany se encargó de la realización del guilloché, una de sus habilidades más reconocidas. “Sigo solo métodos tradicionales de trabajo”, nos comenta la relojera. “Hacer una de estas carátulas puede llevarme días, según la complejidad del dibujo y el material usado. Solo necesito para hacerlas mi torno Schaublin y una máquina de fresado Lienhard”. La propia Brittany se encarga se dar clases privadas de grabado y torneado en su taller de Seattle.
Preguntada por las marcas hacen en su opinión las firmas actuales que más le gustan, nuestra entrevistada no duda en aportarnos tres nombres: “el refinamiento de Ferdinand Berthoud, la ingenuidad de Ludovic Ballouard y las carátulas con guilloché de J.N. Shapiro”.
La entrevistada reconoce que no fue consciente del poder de la red social hasta pasado un tiempo. “Creo que la abrí en 2015, pero tuvieron que pasar algunos años hasta que comencé a usarla de manera más profesional. Lo puedes comprobar fácilmente si ves que los primeros posts de la cuenta están repletos de pasteles recién hechos y fotos de gatitos”.
La fugacidad de la era virtual
“En cualquier caso”, prosigue Cox, “las redes sociales me encantan por su capacidad para unir a personas de todo el mundo que tienen intereses compartidos. Conoces a un montón de gente interesante y puedes conectar con todo tipo de artesanos. Por ejemplo, mi amigo Max Grossman es un artesano increíble del vidrio y quizás nunca hubiera conocido su trabajo si no hubiera encontrado en mi feed un vídeo suyo usando un viejo martillo pilón para forjar herramientas de soplado de vidrio”. Cox también es consciente del lado negativo de las redes sociales y le entristece “que la gente las use para compararse o espiar las vidas de los demás. Creo que por maravillosas que sean las redes sociales para unir a las personas, también pueden hacer que éstas se depriman o se aíslen”.
Una postura ambivalente que nos remite a la paradoja del principio y esa confrontación entre el trabajo material que permanece y la fugacidad de lo virtual. “Mi trabajo puedo tocarlo, sostenerlo y examinarlo. Una fotografía publicada en las redes sociales acabará desapareciendo. Al fin y al cabo, ¿se acuerda hoy alguien o aún usa MySpace?