Un reloj comienza a deteriorarse según salimos con él recién comprado de la tienda. Este es un hecho inevitable. Pero el grado de degradación que sufra nuestro reloj a partir de entonces dependerá mucho de nuestros cuidados.
Por otra parte, la continua (y muy necesaria) advertencia por parte de las firmas y los detallistas de estos consejos de mantenimiento han creado en muchos clientes la falsa sensación del reloj como un objeto delicado. Y nada más lejos de la realidad. Obviamente, no es lo mismo un delicado ultraplano de oro rosa que un robusto Victorinox o G-Shock. Cada reloj tiene su momento y espacio. Esto es algo que propio de la lógica del cada usuario.
En cualquier caso, nuestro objetivo en este artículo es desdramatizar el cuidado del reloj y proponer una serie de sencillos pasos para garantizar el perfecto funcionamiento del reloj durante muchos años. Todos requieren un esfuerzo mínimo y aseguran la salud de tu reloj.
Regla número 1: Es bueno que el reloj esté funcionando
Hoy en día estamos rodeados de aparatos que, ya sea por la obsolescencia programada o calidad de fabricación, sabemos que tienen una vida limitada de uso. Tarde o temprano, habrán cumplido su función y su próxima parada será el cubo de la basura. Gran parte del encanto de la relojería mecánica es su naturaleza diametralmente opuesta a este concepto de caducidad.
Un reloj está pensado para que funcione durante mucho tiempo y el mejor modo de conseguirlo es que esté en marcha. La razón básica la encontramos en sus lubricantes. Los principales componentes de un movimiento reciben una capa de aceites especiales que los protegen de la fricción fruto del roce de superficies metálicas. Si el movimiento no está en funcionamiento el riesgo de solidificación de los aceites aumenta. Cuando esto ocurre, al volver a poner en marcha el reloj, es muy probable que no funcione con la misma finura que si hubiera estado funcionando constantemente.
Si tenemos nuestro reloj siempre en marcha, será más fácil para nosotros saber si funciona correctamente o muestra cualquier señal de desvío de su precisión. En el caso de tener varios relojes, el método más sencillo para conseguirlo es guardarlos en estuches con rotores, siempre que tengan movimientos automáticos. Si son manuales, vamos a intentar vestirlos al menos una vez al mes.
Regla número 2: Las revisiones no solo afectan a la precisión
Acabamos de señalar que un reloj está pensado para que funcione de manera ininterrumpida durante semanas, meses o incluso años. Esta característica no evita que de manera periódica deba pasar por revisiones para confirmar que todo marcha según lo previsto.
Y aquí llegamos a un punto importante. ¿Son necesarias estas revisiones cuando un reloj funciona en apariencia perfectamente? Digamos que son aconsejables y que su pertinencia es cada vez más relevante según el reloj va cumpliendo años.
Por lógica, un reloj recién comprado que funciona con precisión no se va a estropear al año, ni al siguiente. Las casas relojeras lo saben y por esta razón están ofreciendo garantías cada vez más extensas. Son un seguro para detectar los relojes con defectos de fabricación.
Pero el tiempo pasa y los lubricantes van desgastándose, con el riesgo de pérdida de precisión.
Y aún hay un aspecto más delicado: las juntas de ajuste. Recordemos que un reloj no es solo su movimiento. Las cajas incluyen unas juntas que garantizan la hermeticidad en partes tan delicadas como el cierre del fondo o el ajuste del bisel con la carrura. Estas finas arandelas están fabricadas con un material elástico que pierden sus cualidades con el paso del tiempo. Y ahí el reloj corre un grave riesgo de rotura en el caso de introducirlo en el agua con unas juntas ya estropeadas.
Tengamos esto en cuenta y consultemos con nuestro servicio técnico de confianza cuándo sería aconsejable realizar un cambio de juntas.
Regla número 3: La corona, principal causa “mortal” del reloj
El responsable del servicio técnico oficial de una firma me contó hace tiempo que más de la mitad de los relojes que llegaban a su oficina eran por culpa de la corona: sus dueños habían olvidado cerrarla correctamente y había entrado agua en el interior del reloj.
Nunca está de más recordar que la corona es el elemento más delicado del reloj y al cual debemos prestar la máxima atención. Las firmas lo saben y muchas de ellas aplican diferentes recursos técnicos para evitar este problema. El más habitual es la corona enroscada, aunque también existen protectores como el del mítico Luminor de Panerai o el Double Seal de Certina.
En cualquier caso, basta con una pequeña revisión de la posición de la corona por la mañana para evitar sustos a lo largo del día. Igual que comprobamos que no nos hemos dejado las llaves en la puerta al salir de casa.
Regla número 4: No hay que forzar el sistema de carga
La corona no es solo un elemento crítico por ser una posible causa accidental de entrada de agua en el interior del reloj. También es un componente delicado al ser el principal, y muchas veces único, componente de manipulación de su mecanismo.
A través de la corona ajustamos las agujas y proporcionamos la energía para que el movimiento funcione. Una función de esta pieza inventada por Jean Adrien Philippe en 1842 y que fue clave para que Patek Philippe consiguiera el prestigio que aún mantiene hoy en día.
El funcionamiento es muy sencillo: girando la corona cargamos el muelle alojado en el interior del barrilete, el cual, al liberar su energía, logra la marcha del órgano regulador. Pero hay que tener mucho cuidado, porque una excesiva carga de la corona puede llegar a tensionar tanto el muelle de carga que acabe rompiéndose. Es un peligro bastante habitual en los relojes mecánicos antiguos. La fatiga de materiales que hemos comentado en la lubricación a veces causa que su manipulación sea más ruda, con el problema añadido de su fragilidad.
No debería ser común en los relojes modernos, pero extrememos el cuidado a la hora de dar cuerda. Soluciones para evitar accidentes por una carga excesiva carga las encontramos en los indicadores de reserva de marcha (basta parar el remontaje cuando la aguja ya está en un nivel alto de carga). Un recurso más sofisticado es la corona dinamométrica de Richard Mille o Ferdinand Berthoud, que deja de funcionar automáticamente cuando se ha alcanzado la energía suficiente.
Otra solución es el optar por un reloj automático.
Regla número 5: Cuidado en las horas con las que hacemos el cambio de fecha
Cerramos esta lista de consejos con el que para mí es el gran peligro que acecha a los relojes mecánicos. Así lo creo porque es producto más del desconocimiento que del despiste, como ocurre con la mala posición de la corona que hemos comentado antes. La gran mayoría de relojes mecánicos del mercado llevan una corona en dos posiciones que permiten, en el primer paso, cambiar la fecha, y, en el segundo, ajustar las agujas de horas y minutos.
Aunque viene explicado en los manuales de los relojes, hay unas horas críticas en las que no se puede cambiar la fecha porque corremos el riesgo de estropear el reloj. Por esta razón, está prohibido cambiar la fecha entre las 21:00 y las 03:00 horas, esto es, entre las nueva de la noche y las tres de la madrugada.
El problema viene cuando tenemos en nuestras manos el reloj parado, queremos ajustar su fecha y no sabemos si la hora indicada corresponde a las diurnas o las nocturnas. Este peligro es la principal razón por la cual muchos relojes de alto nivel incorporan indicadores de día/noche. Es muy útil para evitar este riesgo.
En el caso de no contar con un indicador de día/noche, aquí tenemos una solución muy sencilla. Ponemos las agujas del reloj a las seis, cambiamos la fecha y ahora sí lo ajustamos con la hora correspondiente.