Ejemplo revelador de los tiempos que corren en la relojería, Girard-Perregaux ha cambiado su política de producto en los dos últimos años para adaptarse a los gustos del mercado. Hasta ahora, su estrategia se había basado en su potencial como manufactura tradicional con creaciones que reflejaban su capacidad productiva, ya fuera con los soberbios tourbillones bajo tres puentes de oro, la innovación del escape constante o la variedad de complicaciones en las líneas que componen su catálogo.
Llama la atención la amplia oferta de variaciones mecánicas que ha incorporado en una colección como 1966, de corte muy clásico, donde la personalización de la pieza venía precisamente en forma de su exclusividad mecánica.
Esta tendencia se rompe este año con una decidida apuesta por el Laureato, diseño emblemático de la marca lanzado en 1975 y recuperado ahora como la imagen de la firma. La presentación del Laureato que tuvo lugar en la pasada edición del SIHH acumuló más de una treintena de referencias nuevas para abarcar materiales, tamaños y opciones de carátula distintas. Curiosamente, toda la oferta mecánica se reduce a las versiones básicas de dos y tres agujas, según el diámetro de la caja, a excepción de los modelos con tourbillon. Esta tendencia se ha mantenido en los meses posteriores, ya que las novedades han sido referencias esqueletadas, una propuesta estética más que técnica. Y ahora la marca presenta este espectacular Laureato Black Ceramic 42 mm fabricado en cerámica.
En realidad, Girard-Perregaux opta por una alternativa que ya han experimentado otras firmas del mercado: basta recordar el Tuttonero de Panerai o el más reciente Royal Oak Calendario Perpetuo de Audemars Piguet, aunque la complicación de este último reloj le sitúa en un segmento más elevado del mercado.
No se trata de dotar al Laureato de un componente más deportivo, no es este el objetivo de la manufactura, sino demostrar las posibilidades visuales de una colección destinada a perpetuarse en el tiempo. Por esta razón, es más importante recalcar aquellos aspectos que mejor definen al Laureato; transformarlos sin pervertir el modelo original. En este sentido es significativo que para esta versión de cerámica se haya escogido el característico brazalete que la colección incorporó en 1984 y no una correa de cocodrilo, para que el producto no pierda personalidad.
El contraste entre los acabados pulido, arenado y satinado remarcan las singulares formas del Laureato, sobre todo su bisel octogonal que identifica al reloj desde su lanzamiento hace más de cuarenta años.
Un producto de estas características triunfa en el detalle y al Laureato no le falta. La carátula gana en presencia con el guilloché tipo Clous de Paris acompañado de índices y agujas tratados con material luminiscente.
El fondo de la caja está protegido por un cristal de zafiro ahumado que permite vislumbrar su movimiento automático. El uso de la cerámica se extiende al cierre de triple hoja que fija el brazalete.
En definitiva, un producto que ofrece una visión alternativa del Laureato para un público que quiere disfrutar de un icono de la relojería moderna.