Longines es una de esas compañías que puede presumir de una historia que nunca ha detenido las ‘agujas’ de su creatividad. Y también de ser la marca más antigua aún en activo, y sin modificación alguna, en los registros de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI).
Hay que recordar que ha mantenido, desde 1867, el logotipo con el reloj de arena alado, junto con la marca ‘Longines’ como garantía de calidad para luchar contra las falsificaciones. Es uno de los récords que ha ido atesorando durante 185 años de existencia, en los que también ha sido impulsor de cambios en la forma de producir relojes, pionero en el cronometraje de disciplinas deportivas e innovador en todo aquello que tuviera que ver con el avance en términos de precisión relojera.
La historia de Longines es, sin duda, uno de los episodios con más literatura sobre lo que es la relojería y su evolución el tiempo. Una trayectoria que se celebra en esta ocasión con la línea Record, que establece un nuevo registro en el contenido de la marca. No solo todos los movimientos (tanto para hombre como mujer) son de cuerda automática, sino que cuentan además con el certificado de cronómetro del COSC.
Un elemento distintivo para una pieza inspirada en creaciones de finales de los años 60 (era el nombre de una marca que Longines adquirió en esos años) y que recrea ese contenido clásico en la estética que siempre ha caracterizado a los productos Longines. Algo que ratificaba el presidente de la compañía Walter von Känel: “Tradición, elegancia y precisión, tres valores afines a Longines, combinan perfectamente en Record. De hecho, sus relojes no solo muestran el saber hacer relojero de Longines, sino que son el ejemplo perfecto del estilo clásico de la marca”.
Aunque ya habían sido presentados en sociedad en la edición de Baselworld, la puesta de largo de los Record se produjo en el templo de Taimiao, uno de los vestigios dinásticos más emblemáticos y perdurables de Beijing. Disponibles en cuatro tamaños (26, 30, 38.5 y 40 mm), sus cajas de acero acogen siete diferentes esferas en los modelos femeninos y seis en los masculinos. Y todas con el mismo ‘discurso’ funcional: horas, minutos, segundero central y fecha a las tres horas.
Record transporta con su imagen a esa historia ingente que protagoniza la firma de Saint-Imier. Y tiene el mejor nombre para reflejar su evolución.
Si en 1832 Auguste Agassiz comenzaba a crear los primeros relojes bajo el método établissage (se producían las partes del movimiento en las casas) e impulsaba el comercio en otros continentes, especialmente, al otro lado del Atlántico, a partir de 1850, Ernest Francillon, sobrino de Agassiz, transformó el negocio reuniendo en un mismo edificio las diferentes etapas necesarias para la realización del reloj. Francillon fundó una fábrica en la que pudiera ensamblar y finalizar el reloj a través de procedimientos mecánicos de producción. Un propósito que se tradujo en la compra, en 1866, de dos parcelas en un lugar denominado “Les Longines” pasó previo para en 1867 inaugurar la fábrica Longines.
Si en esto marcó un tiempo diferente, de récord, las distinciones que le siguieron, le otorgaron el título de la de casa relojera “más premiada” en exposiciones internacionales y universales, hasta la de Barcelona en 1929, con no menos de 10 Grand Prix. Después llegarían sus incursiones en el deporte, en la aviación, y en todo aquello donde la precisión es ley. La historia de Longines.