La industria relojera está de luto. El pasado 3 de marzo falleció una de las figuras más relevantes del sector, Gerd-Rüdiger Lang, fundador de Chronoswiss, la firma que nació en 1983 como resultado de la obstinación de Lang por salvar de la extinción los relojes mecánicos frente a la avalancha del cuarzo. Tras haber trabajado durante casi 20 años con Jack W. Heuer, a principios de los 80, Lang se encontró sin empleo. “El hombre que me contrató me despidió y de repente me encontré con dos niños pequeños, una esposa, una casa y un enorme problema”, declaró a Tiempo de Relojes en 2011, cuando nos mostró sus lugares preferidos en Múnich.
También confesó que utilizó la indemnización de su despido para comprar movimientos mecánicos obsoletos de fabricantes suizos que deseaban desesperadamente subirse al tren del cuarzo y se instaló en el sótano de su casa de Allach (en las afueras de Múnich). De allí salió con un concepto único que a la postre sería la piedra fundacional de Chronoswiss.
Gerd creó el primer cronógrafo con el reverso de la caja de cristal, una característica singular y presente en todos sus modelos hasta la fecha. Además de esta seña de identidad, Lang nos ha legado otros detalles que ya son código genético de la firma. De esta manera, lanzó el primer cronógrafo mecánico del mundo con indicación de fase lunar, el reloj de pulsera con esfera de estilo regulador (lleva horas, minutos y segundos por separado) y función de horas saltantes. También es ADN de la casa el bisel estriado, la corona en forma de cebolla y las esferas guilloché.
Relojero revolucionario
Oliver Ebstein se convirtió en el nuevo CEO y propietario de la firma. Él continuó con la filosofía de Gerd-Rüdiger, después de adquirir la marca en 2012. En Instagram, destacó la figura de Lang: “Como relojero revolucionario, su trabajo cambió la industria para siempre y continúa definiendo el diseño distintivo de nuestros relojes en la actualidad. En tiempos en los que nadie creía en el renacimiento de la relojería mecánica, él se atrevió a despertarla y sentó las bases de Chronoswiss, que todavía hoy nos sirven de inspiración a todos. Su pasión dará forma a las generaciones venideras, su espíritu pionero impulsará nuestra ambición de innovar y superar los límites. Su legado sigue vivo. Nuestros pensamientos están con su familia y amigos”.
Cuando Gerd-R. Lang nos recibió en la entrada de las oficinas centrales de Chronoswiss en Karlsfeld en 2011, llevaba sus distintivos lentes rojos, una lupa en la frente y en su mano un maletín de cuero bastante gastado. Nada era gratuito. Y nos lo explicó con el significado de la palabra Zeitpunkt: “Significa un punto en el tiempo. A mí me gustan las cosas hechas para durar mucho, como este maletín, como mis relojes y como este edificio”, aseguró hace más de una década.
Culto por las cosas bien hechas
Y este mantra marca el éxito de su apuesta. Ese día también nos compartió otra confidencia: cómo su fascinación por las cosas bien hechas le ayudaron a superar la ola del cuarzo: “En aquella época sólo yo y Jean-Claude Biver de Blancpain creíamos que los relojes mecánicos tenían futuro. Algunos hacen relojes con una computadora. Yo quiero seguir haciéndolos con la cabeza”, admitió convencido.
Lang, un ávido coleccionista, nos mostró también en 2011 un reloj de péndulo creado por Clemens Riefler en 1927, que en su momento daba la hora en la emisora de radio de la RCA en Nueva York. Mientras subíamos a su despacho, hizo gala de su colección de relojes de bolsillo y de sus pièces de resistance: su cronómetro marino de John Arnold Nº 16 , construido en 1786 y usado para calcular la longitud a bordo de las naves comandadas por el capitán James Cook, y su Berthoud de 1806, un regulador que sirvió de inspiración para la carátula de su propio superventas Régulateur.
Durante años, hasta su muerte a los 80 años, siguió siendo una figura inspiradora dentro de los círculos de la relojería, escribiendo sobre la industria y dando charlas sobre la industria.
Fotos: Luana Fischer