Jean-Claude Biver, CEO de TAG Heuer y presidente de relojería de LVMH, siempre se ha destacado por su afán de diferenciación. Esto se extiende tanto a los relojes creados bajo su responsabilidad en las marcas por las que ha pasado (Blancpain, Omega, Hublot…) como a los medios usados para su concepción, comunicación o distribución.
Para él, la innovación es el único camino y este empeño incluye ahora un terreno poco explotado como el de la certificación cronométrica. Lo demuestra el nuevo Carrera Chronographe Tourbillon con cronómetro Tête de Vipère, lanzado para conmemorar el 55 aniversario de la colección.
La característica principal de esta edición limitada con nombre kilométrico es su certificación por el Observatorio de Besançon, un reconocimiento creado en 1897 que fue abandonado en los años 70 y que, desde su reactivación en 2006, solo ha sido probado en 500 relojes. Es otra forma de destacar la exclusividad que debe acompañar a cualquier pieza de alta relojería.
A diferencia del COSC (Control Oficial Suizo de los Cronómetros), las pruebas del Observatorio de Besançon se realizan con el mecanismo ya montado en el reloj. Se prolongan durante 16 días en cinco posiciones diferentes del guardatiempo y con variaciones en la temperatura de examen en tres estados distintos.
Este modelo refuerza el discurso de la cronometría como una cualidad básica del Carrera Cronographe Tourbillon y hace aún más atractivo el mensaje de una pieza con estas cualidades a un precio imbatible. COSC y Besançon son dos caras de una misma moneda que TAG Heuer tiene en el bolsillo. Basta recordar el anuncio que hizo la casa en 2017 con motivo de la certificación número mil del calibre Heuer-02T a cargo del COSC.
Por lo demás, estamos ante una afortunada animación del Carrera Chronographe Tourbillon, esta vez hecha en cerámica azul oscuro con asas y bisel fabricados en ese material. Tiene la caja modular de 12 elementos del reloj presentado hace dos años.
Está equipado con el mismo movimiento, caracterizado por su tourbillon volante de titanio con parte superior de carbono para hacerlo más ligero. En su decoración se repiten los motivos azules de la caja, tanto en la masa oscilante como en la tapa del barrilete. El resto de los componentes presenta una sofisticada decoración que alterna el cepillado y el pulido a chorro en acabado negro, acorde con el espíritu contemporáneo de la pieza.
La cabeza de víbora (Tête de Vipère) que se ve en el puente, recuerda el origen de su inusual certificación cronométrica.