Nada hay más peligroso para una firma relojera que caer en la irrelevancia y Zenith la sufrió durante bastantes años. Salir del pozo de la indiferencia no ha sido fácil. Para ello ha sido necesario un trabajo de cinco años que comenzó con la salida de Aldo Magada de la dirección de Zenith, asumida de manera urgente por el mismísimo Jean-Claude Biver, por entonces responsable de la relojería de LVMH. Biver encontró en Julien Tornare la persona adecuada para llevar las riendas de la que por entonces se había convertido en el “patito feo” relojero del gigante francés del lujo. Una vez más, Biver demostró su buen ojo: Tornare ha convertido a Zenith en el mejor alumno del actual curso relojero.
En estos cinco años Tornare ha recorrido todo el mundo explicando lo maravillosa que era Zenith en el pasado. Muchas cenas con coleccionistas y muchas entrevistas con la prensa especializada donde el ejecutivo ginebrino ha contado una y otra vez la gesta de Charles Vermot y su habitación secreta. Historias del pasado que contrastaban con un errático presente, con una firma que había sufrido demasiados cambios de rumbo desde la defenestración del carismático (y polémico) Thierry Nathaf. Unos giros de timón que han llevado a este periodista a llegar a ver relojes de Zenith con movimiento Sellita. Todo un escarnio para una firma que presume de ser una de las grandes manufacturas históricas de Suiza. O, dicho de otro modo, un billete en primera clase al país del olvido relojero y del cual muy pocas firmas han vuelto.
Pasos para reconstruir una marca
Como decíamos antes, la vuelta al primer plano relojero ha sido un camino largo y complicado. Ha hecho falta un profundo proceso de reconstrucción. Por suerte para la firma, Zenith contaba con unos sólidos cimientos sobre los que construir su nueva casa. Primero llegaron los vanguardistas movimientos de alta frecuencia que demostraban la vigencia tecnológica de la manufactura. Después fue el turno de la reivindicación histórica con un fenomenal despliegue de fieles recreaciones históricas lanzadas con una doble función pecuniaria (a todo el mundo le encanta comprar piezas vintage) y pedagógica (en el pasado Zenith fabricaba los mejores cronógrafos del mercado, por si alguien aún no se había enterado). Una vez el mercado ya era consciente de lo que había sido Zenith en el pasado y lo que era capaz de fabricar en el futuro. Era el momento de pasar al siguiente capítulo del manual.
El relanzamiento de la línea Chronomaster en 2021 es el mejor modo que se nos ocurre para entender la reconstrucción que está llevando a cabo Zenith. Con cuentagotas nos fueron llegando reediciones muy fieles de este icónico modelo de Zenith, famoso por acoger el lanzamiento de El Primero en 1969. Un modo de abrir boca entre los aficionados que dio paso al golpe maestro: el lanzamiento de Chronomaster Sport, la gran apuesta de Zenith para competir en el mercado de los cronógrafos deportivos, con permiso del Rolex Cosmograph Daytona. Los resultados obtenidos, con premio en el Grand Prix d’ Horlogerie incluido, nos demuestran que la apuesta fue todo un acierto.
Misma fórmula, mismo éxito
Ahora Zenith repite la estrategia con el nuevo Defy Skyline, un reloj destinado a marcar un papel protagonista en la actual estrategia de la compañía.
Para empezar, Defy es un reloj con historia. Comienza en 1902 como designación de una serie de relojes de bolsillo caracterizados por la robustez de su construcción. Aquel origen dio paso a la creación en 1969 de Defy, un reloj de forma octogonal (curioso y familiar número, ¿no?) de gran resistencia, equipado con un sistema de absorción de choques vanguardista para su época. El modelo fue comercializado con la referencia A3642. ¿Les gustaría tener aquella joya vintage? No se preocupe: Zenith acaba de lanzarla en edición limitada como aperitivo a este Defy Skyline.
El lanzamiento casi simultáneo del nuevo A3642 y el Defy Skyline nos ayuda a averiguar qué tienen en común y en qué se diferencian aquel ya mítico modelo y su versión contemporánea. Por supuesto, las líneas maestras del reloj se mantienen intactas. La forma poligonal sigue estando presente como mejor modo de afianzar la personalidad del reloj. Eso sí, el número de lados ha pasado de ocho a doce. Este cambio puede que se deba a una razón estética (el tamaño de la caja es bastante más grande que el A3642 original, de apenas 37 milímetros). O puede que la elección responda al deseo de evitar comparaciones suspicaces con el conocido Royal Oak. La explicación correcta queda a buen resguardo en las oficinas de Zenith.
En el momento justo
Pero hay un gran rasgo que diferencia al nuevo Defy Skyline del inspirador A3642. Mientras este último reloj responde al siempre febril, pero minoritario, mundo del coleccionismo vintage, el Defy Skyline ha sido concebido para ser un superventas dentro del catálogo de Zenith. Y cuenta con todos los medios para conseguirlo.
Recordemos que la última encarnación de la familia Defy nació en 2017, el mismo año de la llegada de Tornare a la dirección de la firma. Defy fue rescatado como una plataforma para desarrollar nuevas tecnologías, ya fueran en mecanismos o materiales. Pero pronto Defy demostró ser mucho más que un experimento de laboratorio. Un año más tarde comenzaba la fiebre por los modelos de brazalete integrado y el Zenith Defy cumplía con todos los requisitos para ser un reloj a la última. Elegante, versátil y con un diseño muy bien estructurado, Zenith había conseguido lanzar producto exactamente igual a lo que pedía el mercado en ese momento. Es decir, Defy era por fin un reloj relevante.
Un cronógrafo que no lo parece
Zenith es famosa por El Primero, un calibre lanzado en 1969 y comercializado en su momento como el primer cronógrafo automático del mundo. Toda la legitimidad y prestigio de la manufactura se basa en este mecanismo. A partir de él, Zenith ha construido y reconstruido su catálogo multitud de veces. Obviamente, el protagonismo se lo llevan los cronógrafos. Eso no quita para que la firma haya experimentado la disposición de tres agujas con este mecanismo. La última de ellas es corresponde a este Defy Skyline.
El reloj equipa un calibre 3620, una versión de El Primero 3600 estrenada el pasado año con motivo del lanzamiento del Chronomaster Sport. Si los lectores recordarán, este reloj destacaba por su segundero del cronógrafo. La aguja completaba a la carátula cada 10 segundos, en lugar de los 60 habituales. Con la misma idea de funcionamiento, el Zenith Defy Skyline dispone de un contador de segundos con, atención aficionados, una frecuencia de giro de 10 segundos por vuelta.
Es una idea brillante. Todas las marcas quieren que sus relojes se diferencien de la competencia. No siempre se consigue. Sí ocurre en el caso del Defy Skyline. Lo consigue por diseño, pero también con este pequeño complemento que señala al espectador la exclusividad de su mecanismo. Partiendo del antiguo eslogan publicitario, podríamos decir aquello de “hay muchos mecanismos relojeros en el mercado, pero no son El Primero”. Y aquí está el contador del Defy Skyline para recordárnoslo.
Zenith se pone seria
Descrito en pocas palabras, el Defy Skyline es un reloj con caja de acero y bisel de forma, con un diseño de más de cincuenta años, aderezado con un brazalete integrado. ¿A qué otros modelos nos recuerdan esta descripción? Nada menos que al Royal Oak y el Nautilus, los dos modelos más deseados del momento. Hace años hubiera sonado muy arriesgado agrupar estos tres relojes en una misma propuesta de venta. Hoy ya no nos parece tanto. Es obvio que al Defy Skyline aún le falta el carisma, glamour y revalorización en el mercado de segunda mano que sí poseen su competencia. Por su parte, el Defy Skyline aporta unas ventajas que pueden llevar al interesado a equilibrar su balanza mental. Por ejemplo, su precio (8,400 USD) considerablemente más reducido que los del Royal Oak y Nautilus.
Segundo punto, que hablamos de un reloj “existente”. Claro que las piezas de Audemars Piguet y Patek Philippe son reales, pero cualquiera que se haya pasado por una joyería ya sabrá que hoy en día es materialmente imposible hacerse con un ejemplar de estos modelos, a menos que nos apuntemos en una lista con años de espera por delante. Por lo demás, el Defy Skyline no tiene nada que envidiar en términos de características técnicas, atractivo del diseño y excelencia mecánica. ¿Una comparativa descabellada? No para nosotros, porque Zenith se ha ganado el derecho a ser tomada en serio.