No hace falta tener el carné de piloto para ser un amante de los relojes de aviación. De hecho, es muy posible que la mayoría de las personas que compren piezas tan fabulosas como el SuperChronomat de Breitling lo más cerca que estén de la cabina de un avión sea en la primera fila de Business tomando champán. El Time Flies en un avión de juguete. Esta observación no es para nada un reproche. Todo lo contrario: nos ayuda a entender el concepto que hay detrás de cada reloj de L’Epée 1839 como alegoría de nuestra niñez, la etapa vital donde la fantasía juega un papel más importante.
Fundada en 1839, L’Epée lleva casi dos siglos fabricando los relojes de mesa más reputados de Suiza. A pesar de esta sólida trayectoria, la firma ha sabido reinterpretarse de la mano de esta relojería artística de cierto carácter lúdico. Esta vía de trabajo comenzó con la colaboración con Maximilian Büsser y sus fantásticos robots y naves espaciales que parecían salidos de una antigua película de ciencia ficción. El éxito de esta colaboración ha motivado a L’Epée a buscar nuevos nombres con los que colaborar. Es el caso del Time Flies, en cuya realización ha trabajado en asociación con la prestigiosa escuela ECAL de Lausana y la joven diseñadora francesa Juliette Lefèvre.
Un juguete por dentro
Muchos recordarán de su niñez los aviones de cuerda en cuyo interior guardaban un mecanismo que accionaba el giro de la hélice. El Time Flies parte de la misma idea, aunque con dos importantes diferencias: el mecanismo es mucho más complicado y todos sus componentes quedan a la vista del feliz espectador. No es un reloj pequeño. Su longitud supera ligeramente los 35 centímetros, mientras la envergadura alcanza los 44 centímetros. Su peso total ronda los 3 kilos dependiendo del metal escogido para su fabricación.
El fuselaje cumple la función de jaula de protección del mecanismo. Este se ha fabricado con un total de 370 componentes realizados en acero y latón. Cuenta con 22 rubíes y ofrece una reserva de marcha de 8 días. De su correcto funcionamiento se encarga un volante que gira a 18.000 alternancias a la hora. Es una frecuencia bastante alta para un reloj de mesa, quizás explicada por el pequeño diámetro del volante. Lo vemos en la parte superior del avión, en el espacio correspondiente a la cabina.
La posición del piloto es la más cómoda para consultar la hora, que para eso estamos hablando de un reloj. De las indicaciones se encargan dos discos de acero con recubrimiento PVD negro. Es la misma disposición que ya hemos visto en piezas anteriores como el Time Fast D8, aunque en esta ocasión se nos hace un poco más complicada la lectura dada su posición vertical y no horizontal. Será este el último de los problemas de su dueño, que lo más seguro es que prefiera consultar su reloj de pulsera para saber la hora exacta. El Time Flies no juega en la liga de funcionalidad, ni falta que le hace.
Cuatro versiones en edición limitada
Como buen juguete, el Time Flies quiere ser lo más realista posible, motor incluido. El radiador que aparece entre la hélice y los discos horarios es una pieza funcional de gran importancia. Mediante su giro tenemos pleno control del reloj: en un sentido cargamos la maquinaria y en el contrario ajustamos la hora. Eso sí, la hélice solo girará si le damos un pequeño toque con nuestra mano.
El Time Flies es un reloj para admirar y jugar con él. Una pieza tan divertida como artesanal de la cual se han realizado cuatro versiones diferentes, cada una de ellas limitada a 99 piezas. Los modelos están disponibles en plateado, plateado más azul, dorado y bronce; este último con un curioso acabado envejecido.
FICHA TÉCNICA
L’EPÉE 1839 TIME FLIES