Vacheron Constantin presenta nueva versión Overseas Automático. Un sencillo tres agujas con ventana de fecha en la combinación de materiales y colores que se ha convertido en el reclamo más seductor de la colección: oro rosa y azul. Cuando un reloj sport-elegant vuelve a fraguar una nueva declinación en oro, quiere decir que ha superado con creces su estatus deportivo y conviene evaluarlo con más atención de la debida.
Vacheron Constantin rediseñó su Overseas en 2015. Es la colección más deportiva de la marca. Y el epítome de elegancia casual que encarna esa apertura al mundo que yace en el legado de François Constantin. Overseas nacía de la Referencia 222, presentada en 1977, para celebrar los 222 años de la maison. La colección fue rediseñada con aquel mismo espíritu innovador y conservando su funcionalidad, confort y durabilidad.
La bella simplicidad de este Overseas Automático parece camuflar u olvidar propiedades esenciales a una pieza sport de sólidos principios. Es hermético a 150 metros, cuenta con corona enroscada, está protegido con bata de hierro dulce que garantiza protección antimagnética y su calibre aporta unas generosas 60 horas de reserva de marcha.
Monta el calibre 5100 con masa oscilante de oro con la forma de la rosa de los vientos. Una guardatiempo de 41 mm certificado con el Punzón de Ginebra.
Tras la versión esqueletada del Calendario Perpetuo Ultra-Thin, la elegancia deportiva de la firma de Ginebra se viste de oro rosa y carátula azul. Es una esfera translúcida con lacado azul y un sutil acabado cepillado con efecto rayos de sol, en contraste con la decoración satinada circular del friso y el acabado aterciopelado de la minutería. Uno de sus rasgos característicos es el bisel hexagonal que evoca la Cruz de Malta, como el diseño de los eslabones del brazalete —también puede vestirse con correa de caucho azul o de piel de Alligator Mississippiensis cosida a mano—.
Más allá de buscar una funcionalidad GMT, cronógrafo o incluso calendario perpetuo, la pieza es un manifiesto (minimalista) por el placer esencial de viajar, sin la necesidad de buscar un sentido pragmático en el viaje, que ya lo tiene por sí mismo en el puro placer de realizarse sin otros fines ni justificaciones.