La experta de AP en complicaciones te presenta el primer Jumbo con tourbillon (RD#3) de la historia

Anne-Gaëlle Quinet, experta en complicaciones y EIP Client de Audemars Piguet, nos explica el Royal Oak Tourbillon Volante Automático Extraplano RD#3.

Hizo de la relojería su profesión pero también su pasión. Y la elevó hasta el mundo de la complicación relojera. Acumula experiencia en la creación y también conocimiento del cliente, la parte esencial para entender la relojería. Anne-Gaëlle Quinet es experta en complicaciones y EIP Client de Audemars Piguet. Trabaja codo con codo con Michael Friedman en el departamento de complicaciones relojeras de la firma de Le Brassus. “Es muy fácil trabajar con él. Quizás porque tengo la misma personalidad y forma de trabajar que él. Y nos divertimos haciéndolo”. Y añade que  “puede ser cool, incluso relajado, pero hay que hacer el trabajo muy bien, ser preciso”. Algo que por otro lado, está impreso en la cultura de la manufactura. “Exactamente. No te tomes nada demasiado en serio, pero es muy importante: trabaja en serio”. Hablamos del primer Jumbo de la historia con tourbillon. Es el nuevo Royal Oak Tourbillon Volante Automático Extraplano RD#3 en 39 mm con el calibre 2968 de manufactura.

Royal Oak RD#3

—Hablando de los productos de Audemars Piguet, estamos en el año del Royal Oak. Una de las últimas apariciones es el RD#3. ¿Cuál es la opinión que tiene de este reloj? ¿Podemos hablar de perfección?
—Sí, así es. Este Royal Oak Tourbillon Volante Ultraplano de cuerda automática es un modelo muy importante para Audemars Piguet, y debo decir que admiro el trabajo que se ha realizado para que fuera en la caja de un Jumbo, en 39 mm y 8 mm de grosor. Se rediseñó por completo el movimiento y fueron aún más lejos al pensar ‘oh, ya que estamos haciendo esto en 39 mm, ¿por qué no hacer una versión pequeña?’ Para mí, el RD#3 es una obra maestra. Y todo un reto, porque todos los componentes que encajan en el tourbillon volante tenían que estar en esa dimensión, pero además mantener su grosor. Ahí radica la dificultad, y todos los amantes de la relojería lo entenderán. Pero hay otros detalles en este trabajo; por un lado, se ha desarrollado de una manera muy moderna pero al mismo tiempo ofrece detalles que mantienen la tradición del savoir-faire.

Hablando del Royal Oak, ¿cuál es la contribución de esta colección a la historia de la relojería?
—El Royal Oak es único por el mensaje que transmite a la gente en el momento en que nació, a principios de los 70. Nos enfrentábamos a una crisis sin precedentes en la industria relojera, con la llegada del cuarzo, y el Royal Oak salió con este ‘ok, no hablemos de cuarzo, hablemos de movimiento automático, y por qué no añadir, además, un material llamado acero”. Mientras, el resto de marcas solo consideraban metales preciosos como el oro. Y por qué no poner esta forma tan específica; en lugar de redondo o cuadrado y hacerlo como otros; se plantearon hacerlo en ‘un bisel octogonal y por qué no poner también la opción de resistencia al agua’. Todo muy cool y con un acabado totalmente a mano. Así que para mí el Royal Oak expresa dos elementos muy importantes para Audemars Piguet: preservar y respetar el saber hacer y la tradición. Pero también mirar hacia adelante con la innovación a través del acero, la resistencia al agua, una nueva forma en su diseño. Creo que es una parte importante en esa historia atesorada en la industria relojera, no sólo en Audemars Piguet.

—¿Es el mejor reloj para entender el verdadero espíritu que tiene la marca? La visión tradicional de la relojería y al mismo tiempo el futuro de la relojería…
—Exactamente, es el reloj perfecto.

Territorio Royal Oak

—Y llegados a su territorio, el de las complicaciones. ¿Cuál sería o ha imaginado alguna vez cómo sería el Royal Oak complicado perfecto?
—Tengo que decir que aprecio mucho, por ejemplo, el Royal Oak Calendario Perpetuo. Tengo la oportunidad de utilizarlo en algunas ocasiones y debo decirle que me encanta. También me gusta mucho una complicación que propusimos, porque tiene lo que para mí son las tres complicaciones más importantes. Soy una fiel admiradora del repetición de minutos con cronógrafo split seconds y calendario perpetuo. Solo tengo que decir que lo veo un poco grande para mí. Y demasiado caro probablemente. Otra creación que me gusta mucho es el RD#2; me atrae especialmente la simplicidad con la que afronta la complicación y la introduce en una caja con ese reducido grosor. Y qué me gustaría ver; seguramente me encantaría un Royal Oak con hora saltante y segundero muerto. Complicación perfecta para el Royal Oak pero también para otras colecciones. Porque ya se sabe, todas las complicaciones pueden cruzarse entre distintas líneas.

—Cuando llegó a Audemars Piguet, ¿imaginaba que la empresa fuera de esta forma? ¿Ha cumplido con sus expectativas? Porque hay que trabajar aquí para entender realmente todos los valores que tiene la marca…
—Muy buena pregunta. Desde un punto de vista externo, me encanta el dinamismo de la marca, porque cuando sigues a la marca en las redes sociales puedes ver su dinamismo, así que sabía que era una marca arriesgada, atrevida… Y yo soy una persona muy dinámica, así que realmente quería tener esta fase creativa. Cuando me incorporé a la empresa, cumplí absolutamente con mis expectativas pero fueron más allá porque en AP he descubierto que la parte humana es realmente muy fuerte. Hay un estado de ánimo extraordinario.

—Eso es algo muy importante.
—Así es. Una parte que me fascina es que tiene un universo cultural intenso; también el hecho de que la compañía es muy sensible a los temas sociales y medioambientales. Podríamos hablar de la Fundación creada por Jasmine Audemars hace 30 años. Así que para responder a su pregunta, sí, ha superado todas mis expectativas.

Mujer pionera

—Cuando hablamos de complicaciones relojeras, ¿podemos hacer un paralelismo con el arte?
—Claro que sí, y eso es exactamente lo que Michael practica todo el tiempo, es como agarrar un poco de aquí y allá: un poco de arte, un poco de I+D, un poco de marca, un poco de espíritu…  Lo combinas todo y ¡pop! Como un cóctel especial. Eso es un reloj de complicación.

—¿Cuándo decidió que la relojería era su vida? 
—Yo no estaba convencida; estábamos al final de los 90, una época en la que todavía el mundo de la relojería era masculino. Pero me dije: ‘tengo que escuchar a mi madre’ y seguí su consejo. Cuando empecé a montar el primer movimiento en la escuela de relojería –para ser honesta no sabía ni dónde colocar la lupa, si en el ojo derecho o en el izquierdo– y vi oscilar el volante, fue el momento preciso en que la relojería se apoderó de mí, en el que decidí que sería mi mundo.

—Cuando se nace en una familia donde se habla de relojería, es casi inevitable que acabara trabajando en este negocio.
—Los consejos de la familia, en este caso de mi madre, fueron determinantes en la decisión para decantarme profesionalmente por la relojería. Yo nací en La Chaux-de-Fonds, una ciudad donde se respira relojería. Mi madre, además, siempre me decía que esta industria me traería una carrera estable y un futuro brillante. Ella lo sabía.


—En aquel momento fue probablemente una de las pioneras. No solo por acceder a la relojería, sino por especializarse en complicaciones, un territorio reservado a los hombres.
—Tiene razón, y además por maestros relojeros que sabían exactamente lo que estaban haciendo. A mí me atraían las complicaciones desde el principio, así que les escuchaba con mucha discreción y debo decir que me atendieron muy bien y respondieron a lo que me interesaba. Y me descubrieron un mundo que me atrajo tanto que me especialicé en complicaciones. Cuando hice mi estudios en la escuela de relojería, buscaban gente que fuera capaz de manejar resortes y, especialmente, para tourbillones. Luego llegaría Breguet, donde además de tourbillones también trabajaban en los movimientos ultraplanos.

Carrera de Gran Dama

—Antes de llegar a Audemars Piguet estuvo en Patek Philipe, pero su carrera allí tomó unos derroteros muy diferentes; dio un giro total.
—Es cierto, pasé más de 20 años y pude evolucionar en diferentes campos. Empecé en el servicio de atención al cliente, donde aprendí qué es lo más importante en la relojería; y no es otra cosa que la parte humana. Es lo que permite conseguir este hermoso producto final y donde la fiabilidad es el argumento que lo distingue. Fue una época muy importante para mí y era lógico que, después de Patek Philippe, me uniera a Audemars Piguet, porque ese es el espíritu de esta casa.

—¿Y qué es lo que más destaca de ese espíritu?
—Hay que entender en cada momento la demanda del cliente porque es importante el valor real y la posición de la marca en cuanto a sus clientes, no sólo respecto del mercado. Si no escuchas al cliente, te equivocas; no basta con hacer un buen producto. Hay que escucharles y, además, hacerles sentir que son parte de la marca, de la familia. Y eso es algo que en Audemars Piguet forma parte de su ADN.

—¿Cómo es trabajar con Michael Friedman?
—Colaborar con él es una oportunidad que recomiendo a todos los entusiastas de los relojes, pero no solo a ellos. Michael es una persona cautivadora, al que le gusta hablar de diferentes temas culturales, artísticos, de relojería; tiene un enfoque muy contemporáneo y tiene un conocimiento 360º del mercado de los relojes. Una visión total. Así que para mí, Michael es una gran inspiración. Y aunque es exigente, resulta muy fácil trabajar con él.

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