De silicio y esmalte: una visita a la manufactura de Ulysse Nardin y su atelier artesanal Donzé Cadrans

Dos materiales surgidos en las antípodas del tiempo conviven armoniosamente en Ulysse Nardin quizás como en ninguna otra marca del sector: silicio y esmalte. La reconciliación entre el presente industrializado con tecnologías provenientes de los microsistemas y el preciosismo del pasado con su alquimia milenaria ocurre cada día, simbólica y realmente, en dos edificios de la ciudad de Le Locle separados apenas por un kilómetro y medio de distancia.

Ambos edificios tienen la personalidad imaginada. Moderna y aséptica, la manufactura Ulysse Nardin es un templo de la mecánica relojera donde conviven, sin nada que ocultar, las herramientas tradicionales y un sistema de ensambladura hi tech adaptado de la industria farmacéutica. Esto permite rastrear cada mecanismo y modificar con facilidad el proceso cuando un calibre diferente entra en la línea de producción. Los relojeros colocan las partes cada vez que un movimiento se asoma por una de las compuertas del circuito protegido. En el caso de los guardatiempos más complicados y las series pequeñas, un maestro relojero es el responsable del armado de una pieza de principio a fin.

La casa tiene en la actualidad 26 calibres propios. En la época reciente ha hecho un gran esfuerzo por equipar el mayor número posible de sus referencias con movimientos manufactura. Se calcula que entre 80 y 90 por ciento de sus mecanismos son hechos in house, buena parte de ellos con espirales de silicio. Un porcentaje similar de los componentes también es fabricado de manera interna, como el oscilador, que es una rareza exquisita en la industria. Por ello tienen máquinas para calibrar el muelle espiral y balancear el volante mediante la eliminación de materia. Así el relojero recibe un oscilador casi perfecto.

Esta autonomía ha permitido abaratar los costos y reducir los precios. De este modo ha abierto la posibilidad de que la marca incluya en su oferta tourbillones a precios muy competitivos.

Fundada en 1846 en Le Locle por el emprendedor que le diera su nombre, Ulysse Nardin se inició en la relojería en el complejo dominio de los cronómetros de marina con los que equipó a las armadas de varios países y navieras de transporte marítimo internacional. Su era contemporánea empezó en 1983, cuando Rolf  W. Schnyder compró la compañía. Fallecido en 2011, Schnyder tuvo energía más que suficiente para convertir a la casa en un líder en innovación con ayuda del genio relojero Ludwig Oechslin y el director industrial Pierre Gygax. Esta santísima trinidad fue la responsable del lanzamiento del Freak en 2001, uno de los relojes más revolucionarios de este siglo no solo por su diseño y construcción, sino porque fue el primero cuyo movimiento tenía ruedas de escape de silicio.

Desde entonces Ulysse Nardin tomó el estandarte del uso de este material, que se ha extendido a otras firmas, al grado de ser copropietaria de Sigatec, la empresa suiza de vanguardia en la evolución del silicio. Gracias a esta decisión, la manufactura, que desde 2014 pertenece a Grupo Kering, ha desarrollado componentes igualmente revolucionarios como el escape Dual Ulysse, el Ulysse Anchor y el amortiguador UlyChoc.

El silicio es, por lo tanto, un patrimonio que la marca no se cansa de alabar, y con justa razón. Durante la visita, Stéphane von Gunten, director de laboratorio e innovaciones tecnológicas de Ulysse Nardin, recuerda las cualidades que han encumbrado a este elemento: es tres veces más ligero que el acero, no necesita lubricante y es antimagnético e insensible a los cambios de temperatura, a la vez que muy resistente. Además se ha revelado como idóneo para elaborar partes con una arquitectura y una precisión de un micrón imposibles de conseguir con el latón o el acero, mediante tecnologías de fotolitografía y galvanoplastia como UV-LIGA.

El silicio ha sido una revolución para nosotros. Ahora los ingenieros piensan de otra forma porque antes era imposible fabricar este tipo de cosas”, asegura Von Gunten.

Nada lo demuestra mejor que Innovision 2, una pieza futurista con 10 innovaciones presentada en marzo de este año que encarna la esencia I+D de la casa y camina sobre
las huellas del Innovision original de 2007.

Con el prestigio en juego en cada reloj, se han implementado estrictos controles de calidad que comienzan en el laboratorio de prototipos y siguen hasta que el guardatiempo ya está ensamblado. Antes de ponerlo en el mercado, la firma lo somete internamente a las mismas pruebas que son necesarias para recibir el certificado de cronometría COSC.

El lenguaje cambia radicalmente y el silicio sale de la conversación en Donzé Cadrans, un primoroso taller especializado en la fabricación de esferas esmaltadas que Ulysse Nardin compró en 2011. En la fachada hay una enorme letra ‘D’ mayúscula decorada que subraya su carácter especial en una calle que sin su existencia pasaría desapercibida.

Aunque desde que es de su propiedad Ulysse Nardin ha invertido en la remodelación de las instalaciones y en la compra de maquinaria, sigue siendo la única que usa las mismas técnicas de hace dos siglos. Crean menos de 2 mil esferas al año, a las que hay que considerar perfectas pues su nivel de exigencia es tan elevado que 70 por ciento son rechazadas antes de llegar a los relojes porque tienen alguna mácula.

El esmaltado es una declaración de principios tan importante para la estética de estos guardatiempos como el silicio lo es para la mecánica. Los artesanos de Donzé Cadrans son expertos en la técnica cloissoné, en la que los contornos y matices de las figuras en la esfera son marcados con hilos de oro de .07 mm de grosor, que luego se rellenan con esmaltes de colores; champlevé, con una labor previa de grabado de los dibujos con un buril y el coloreado posterior de la carátula; Grand Feu, que fusiona el polvo de esmalte a temperaturas entre 760 y 900ºC; y la combinación del guilloché y esmaltado.

Aquí no hay máquinas de control numérico, ni modernas líneas de ensambladura. Un horno tradicional ofrece su calor primigenio para las distintas etapas de cocción. Las esferas salen convertidas en una muestra de la perdurabilidad del espíritu humano transformado en objeto artesanal. Unas cuadras más allá, el futuro espera.

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