A la caza del pez león

Se trató de un safari realmente tranquilo, solo una presa de tamaño menor. Un botín sin mayor fortuna, pero que indica algo positivo: hay menos presencia de pez león —también llamado pez escorpión— en las costas de Playa del Carmen. Un pez invasor de los mares mexicanos de gran voracidad que ataca a las especies endémicas —por lo que está permitida su caza y captura—.

De traje vistoso y púas venenosas, lo más interesante de esta especie sale a relucir cuando lo saboreas fresco, tras el arponazo, en un buen plato de ceviche. La “hawaina” —un arpón sencillo de tres púas— solo trabajó en una ocasión. Un buceo recreativo realmente ocioso y relajado.

BR 03-92 en cerámica negra.

El BR 03-92 de cerámica negra fue nuestro guía de inmersión. Se siente ligeramente pesado pero ajusta muy bien a la muñeca con una correa de caucho ancha y un cierre muy funcional con una hebilla ardillón sencilla bien perfilada. Todo el diseño de la pieza es color negro mate.

En principio, una buena elección que garantiza por contraste aún mejor la lectura con la poderosa luminiscencia en el medio acuático. Efectiva Superluminova® sobre el diseño geométrico de las agujas y los índices. Facilita el control del tiempo de inmersión con plena garantía.

El color verde tradicional y el azul son los mejores colores que pueden emplearse para un scuba ya que, al encontrarse en la gama de los rayos ultravioletas, la energía es más resistente a la profundidad del mar. Desconfíen de un diver con colores como el naranja o el amarillo, una luminiscencia de baja energía que será siempre absorbida con mayor facilidad en el fondo. La mejor materia luminiscente será siempre verde o azul.

Tras realizar el descenso con una buena compensación de los oídos, iniciamos la navegación subacuática sobre el arenal. Aguas cristalinas, ligera corriente hacia el norte que nos ayuda a bucear sin contratiempos. Estamos en temporada de tiburón toro en Playa del Carmen, pero no apareció ninguno.

Temperatura muy templada —24º C a 30 metros de profundidad— que no es el mejor clima para un escualo depredador que se siente más cómodo en corrientes frías. En lugar de dirigirnos al Shark-Point, nos movimos a Mocche, otro punto de buceo cercano donde avistaron el día anterior dos ejemplares de tiburón toro.

Ni sombra de su asombroso perfil aerodinámico y poderoso. Seguimos la corriente de sur a norte en un buceo plácido, atentos a la presencia del pez escorpión. Y sobre el arenal, en un pequeño arrecife de bellas esponjas y escaso coral, cayó la primera y única víctima. Una pequeña raya como testigo.

Este diver ofrece hermeticidad a 300 metros, mucho más que los 100 metros mínimos que exige la norma ISO 6425, que establece el estándar de los relojes de buceo en la industria. No es un detalle menor la protección lateral de la corona por ambos lados. Puede ser una parte muy sensible o dañarse inesperadamente al darle un golpe sobre al arrecife o alguna roca del hábitat submarino. BR 03-92 monta el calibre automático 302 que ha usado en otras familias como el Aeronavale, la colección Vintage, el Horograph o el MA-1 de 2019. Un calibre con base Sellita ya contrastado que no pondrá en riesgo su funcionamiento bajo el agua.

Para refrescar la memoria, hay que recordar que el abismo azul fue un reto para Bell & Ross. Su primera pieza de buceo, el Hydromax (1997), se presentó apostando por una hermeticidad a 11,100 metros con un sistema inédito de fondo de caucho relleno de aceite transparente y resiliente a la diabólica presión atmosférica de esa profundidad.

Justo diez años después, en el 2017, nació el primer reloj de buceo de la firma con el diseño de caja cuadrada más reconocible de esta firma con esencial inspiración aeronáutica. La familia actual presentó este BR 03-92 por primera vez en cerámica. Y 42 mm de diámetro son suficientes para el manejo bajo el agua.

En este caso no hace falta sobredimensionar la caja para una mejor legibilidad. Bajo el mar, cualquier objeto aumenta su proporción unas partes y el efecto óptico, además, lo cerca visualmente. Bajo el mar, la visión subacuática cuenta con esa lupa natural del medio.

A 30 metros de profundidad máxima, con mil libras de aire en el tanque, pusimos rumbo a la superficie con calma antes de lanzar la boya y hacer la parada de seguridad a cinco metros durante tres minutos. Algo más de media hora de buceo bien indicado por el bisel unidireccional del Bell & Ross con graduación a 60 minutos.

Esta vez no hubo ceviche. Un pieza tan pequeña que decidimos lanzar a la deriva, será víctima propicia de algún depredador mayor. Solo queda un buen baño de agua dulce para limpiarnos el salitre. Misma práctica recomendable para este Bell & Ross después del estimulante buceo.

Leslie López

Lector antes que editor. Planté un limonero y escribí un libro. Espíritu deportivo para templar el ánimo. Ldo. en Filosofía (Univ. de Sevilla) y Máster de Periodismo (Complutense de Madrid).

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